He creado un castillo en el que sólo vivo yo
y me dedico a perseguir tu recuerdo
cuando quiero entrar en calor.
Adorné sus paredes con marcos sin cuadro,
colgué las horas perdidas
y dejé tendidas las alegrías
con la esperanza de que la ilusión las fuera secando.
Mi castillo no tiene tejado
y las estrellas se cuelan cada madrugada;
vienen para dormir a mi lado,
y hacer que se sienta menos sola mi cama.
Hay veces en las que la Luna se me viene encima
y sus mareas desordenan mis deseos,
entonces pierdo los papeles y no los encuentro
tan ordenados como debería.
También tiene un par de ventanas
con vistas a un mar de miradas,
y alguna que otra puerta mal cerrada
que hace que a veces se me enfrie la esperanza.
En mi castillo también hay una escalera
que lleva hasta las mismas entrañas
de sueños apuntalados con la madera
que no ardió bajo las sabanas de mi cama.
Puede que mi castillo no parezca gran cosa
pero es en él donde se refugia mi alma
cuando presiente que hay más espina que rosa
al otro lado de una simple palabra.