29 jun 2013

que sería de mi sin ti...

Que sería de mis manos sin tu cuerpo
o de mi deseo sin tu piel,
sin tus labios, tus cadenas o el eco de tus besos
cuando estallan entre mis piernas;
que sería de mí sin tu placer.

Y es que eres tú mi sabor preferido
y el color de mis días son tus noches,
esas en las que mi cuerpo es el elegido
para convertir las horas en eternas
y hacer que hasta la misma luna se sonroje.

Ven, retemos al tiempo a olvidar nuestro encuentro,
a obviar este fuego que nos consume
y se propaga más allá de nuestro deseo
reduciendo a cenizas la vergüenza.
Hagamos que el cielo nos escuche.

navegar en tu cuerpo

Embarcarme en un viaje sin retorno,
en una lenta travesía por tus mares
en la que dejarme seducir por tus lunares
sabiendo que naufragaré en tus ojos.

Dejarme hacer, preso de tu piel,
inundado por cada uno de esos besos
que sacan a flote deseos perversos
demasiado salados para apagar mi sed.

Tal vez no encuentre puerto mejor
que el amarradero de tus sueños,
ese paraíso de momentos eternos
en el que tus labios son mi patrón.


25 jun 2013

Tercer intento

Puede que en el primer intento
no termines de entender lo que quiero decir,
que no seas capaz de ver la realidad que construir pretendo
al unir mis manos con las suyas,
al ver volar desde sus labios esa sonrisa hacia mí.
Tal vez sea demasiado simple lo que siento,
y sea por ello que no se entienda en este mundo tan complejo,
pero es la caricia de esa sonrisa lo que me anima a seguir
intentando ver el mundo reflejado en ese espejo
que para algunos nunca llegará a existir.


En el segundo intento te mostraré lo bello de ser libre:
lo ligera que vuela un alma sin atar
mientras juega con las arenas de su tiempo, y se ríe,
pues no tiene miedo de volver la vista atrás
ni intención de sentarse a ver como un sueño se extingue
porque así lo estimen oportuno los demás;
Te explicaré por que ni el cielo tiene límites
ni la realidad abarca necesariamente toda la verdad.


Respecto al tercer intento poco te puedo contar:
aun están en proceso algunos de sus versos,
todavía sin acentuar sus momentos y sin cerrar ese compás
que consiga que en un futuro suenen bien mis recuerdos.
Pero ten en cuenta una cosa, algo que nadie podrá negar:
mis pasos serán de mi vida el reflejo,
no lo que diga aquel, o lo que ese otro pueda llegar a pensar.


3 jun 2013

Al Otro Lado del Espejo -13 de Febrero, 2013-(segunda parte)

Y aquí tenéis la segunda parte del segundo capítulo, espero que os vaya gustando la historia. ¡Se admiten comentarios y criticas eh! siempre que sean constructivas claro ;)




El resto de la tarde la hemos pasado viendo la trilogía de El señor de los anillos y comiendo palomitas. Entre bocado y bocado Victoria repetía algún trozo del dialogo de uno de los elfos o hacía algún comentario gracioso respecto a la escena que veíamos. La noche llegó sin avisar y nos pilló terminando de ver el segundo Dvd de la segunda película.

-          Tendremos que dejarlo aquí –dijo mientras paraba la reproducción del Dvd- , ayer pude escaparme del trabajo para hacerte el cambio de casa un poco más agradable. Me temo que esta noche no puedo hacerlo.

-          ¿siempre trabajas de noche? –pregunté intentando averiguar mas sobre ella.

-          Normalmente todos los que trabajamos en lo mío lo hacemos. Salvo alguna excepción como nuestro amigo Alex. El siempre está trabajando. Ese busca que lleva me saca de quicio hasta a mí. Pero así es él, siempre dispuesto a haceros la vida un poco más… fácil.

-          ¿hacernos la vida más fácil? –aun ahora me cuesta procesar lo que dijo a continuación-.  ¿a nosotros?

-          Aun se me olvida que vienes del otro lado. Supongo que puedo explicártelo… de camino. Creo que esta noche me vendría bien tu ayuda. ¿Te gustaría ver en que trabajo? Estoy segura de que te mueres de curiosidad después de la primera noche que pasaste con Alex…
                                                     
Reconozco que tardé apenas un par de segundos en decidirme a acompañarla. Los recuerdos de la primera noche, de la forma en la que conocí a Alex y de lo que me enseñó posteriormente hicieron que de mi boca brotara un “sería un placer acompañarte” sin casi darme cuenta. Siempre me ha gustado descubrir cosas nuevas, conocer el funcionamiento de aquello que me rodea y comprender lo que desconozco, y Victoria me ofrecía la oportunidad de seguir descubriendo su realidad. Sabía lo que me iba a encontrar, o por lo menos me hacía una pequeña idea teniendo en cuenta que afirmaba trabajar en lo mismo que trabajaba Alex. Eso hizo que el calor que sentí aquella primera noche regresara a mi cuerpo, haciendo que mi imaginación volara un poco más allá.
Esperaba encontrar en su casa una habitación similar a la que Alex tenía en su sótano, pero en vez de eso cogimos el coche para dirigirnos a alguna parte. Al parecer no eran muchos los que tenían la suerte de poder trabajar en casa, pero me dijo que ella lo prefería así. Al parecer había semanas en las que Alex apenas salía de casa dos días seguidos. Su familia es una de las más antiguas de este lugar, y ello conlleva trabajar más que el resto para mantener lo que sus antepasados habían construido. A parte queda el hecho de que le encanta lo que hace.  Victoria me dijo que dentro de lo que ellos hacían había varios departamentos.
               
-          Es como en cualquier otro trabajo –dijo mientras el coche avanzaba por una carretera de sentido único-. Alex y yo nos encargamos de las fantasías, de hacer que aquellos que sueñen con aquello que creen que nunca se atreverán a hacer o que nunca sucederá.
<<pero en nuestro departamento también existen distintos puestos. Hay quien se encarga de mostraros, mientras dormís, en lo que se convertiría vuestra vida si consiguierais aquello que tanto queréis: ese ascenso que os daría la oportunidad de acceder a un nivel de vida mejor, conquistar a ese hombre que os hace entrar en calor al pensar en el, ser cantantes o estrellas del cine…
<<Alex y yo nos encargamos de las “otras” fantasías. De las excitantes. De las que consiguen que las sabanas de vuestras camas despierten arrugadas y vuestros cuerpos exhaustos de placer. Otros se encargan de haceros sentir miedo, con la esperanza de que os desahogáis de esos malos hábitos que causan tanto dolor. Incluso hay unos cuantos que os hacen meteros en la piel de otras personas para saber que sienten. Apostaría cualquier cosa a que has tenido alguno de esos sueños>>

Aun me resulta increíble que tanto Alex como Victoria se dedique a colarse en nuestras cabezas mientras dormimos para jugar con nuestros deseos más salvajes, pero ahora empiezo a comprender ciertos sueños que hacían que mis piernas amanecieran húmedas. También entiendo muchos de los otros sueños que he tenido a lo largo de mi vida: esos en los que lo perdía todo y me sentía tremendamente sola, o en los que conseguía que una editorial se fijara en alguno de mis relatos… incluso los más raros, en los que actuaba como si no fuera yo misma, comenzaron a tomar sentido tras escuchar aquella explicación.
Tengo que reconocer que el viaje en coche se me hizo muy corto y no sabría decir si duró cinco minutos o media hora. Imágenes de muchos de los sueños eróticos que había tenido bombardeaban mi cabeza con tal nitidez que notaba pequeños escalofríos recorriendo mis piernas. Una en concreto hizo que casi me olvidara de respirar. Recordaba exactamente cuando había soñado aquello: una mujer pelirroja buceaba entre mis piernas mientras un joven de pelo castaño hacia lo propio entre las suyas y la lengua de un segundo hombre jugueteaba con mis pezones. Una tarde, después de hacer jornada continúa en el trabajo, me había recostado en el sofá durante un par de minutos para descansar un poco antes de ponerme a cocinar algo. Lo que pretendían ser dos minutos terminó siendo una siesta de tres cuartos de hora. Cuando me desperté apenas recordaba algo del sueño, solo que alguien había jugado con mi cuerpo hasta dejarlo tan cansado que me costó levantarme del sofá. Pero en aquel coche recordé la mirada de la mujer, vi sus ojos verdes clavados en cada contorsión de mis labios mientras los suyos estaban completamente entregados a hacerme enloquecer. Cuando conseguí escapar de aquella visón y giré la cabeza me encontré con los mismos ojos verdes que en aquella ocasión tan pendientes estaban de cada contorsión de mi vientre. Una vez más fue como si supiera exactamente en lo que estaba pensando.

-          Si, era yo. Siento no habértelo dicho antes, pero quería comprobar una cosa –sus ojos habían vuelto a la carretera-. Por cierto, me lo pasé muy bien. Ha sido una de las mejores siestas en las que he estado.

Otra sorpresa más, y aun no me acostumbro a parecer una tonta de máximo nivel cada vez que descubro algo nuevo en este sitio. Pero empiezo a asumir que va a ser algo habitual, al menos mientras esté aquí. Y cada vez me gusta más esta realidad…
Entramos en un edificio de dos plantas, una especie de almacén que ocupaba lo mismo que un campo de futbol. Pero bueno, nunca he sido demasiado buena calculando distancias, así que puede que fuera algo más grande… o mucho más pequeño. En realidad da igual. Su tamaño poco importó cuando vi su interior. Aquello era todo suelo, suelo blanco y brillante que reflejaba toda la luz de los neones que colgaban del techo cada dos pasos. No tuve tiempo de contar cuantos había, pero la factura de la luz no debe ser pequeña allí. Era todo un cambio después de estar en la habitación gris de Alex, tampoco era ninguna maravilla de la decoración, pero al menos el blanco no infundía en mi tanta desconfianza. Aunque tal vez mi valentía solo se debiera a que empiezo a acostumbrarme a esto, a verlo como algo tan normal como el despertarme cada mañana. Aun sin ser una experta en calcular medidas había algo que me desconcertaba: el edificio parecía mucho más grande por fuera que por dentro. Era como si alguien hubiera metido aquella sala dentro de una más grande, como cuando guardas la caja de un regalo pequeño dentro de una más grande. Algo llamó mi atención y giré la cabeza hacía la derecha justo a tiempo de ver como una plancha de hormigón se deslizaba hacia delante y hacia un lado de la pared después, igual que la puerta oculta del sótano de Alex. Victoria, una vez más, supo lo que me estaba preguntando incluso antes de que pudiera formular la pregunta.

-          Sí, eso ya lo habías visto antes, en algún sótano si no me equivoco –me dijo sin dejar de avanzar por el brillante suelo hacía el otro extremo del almacén-. Y no, no usamos las mismas puertas que has visto en las casas o en las tiendas. Para lo que hacemos aquí necesitamos que no reparéis en ese tipo de cosas, aunque estéis dormidos la ilusión es frágil y siempre cabe la posibilidad de que os despertéis antes de que podamos terminar con nuestro trabajo. Intentamos que solo veáis lo que queremos haceros ver.

-          Eso es una manera bonita y educada de decir que nos utilizáis –nunca he sabido callarme, y no voy a empezar ahora, con tanto que preguntar y descubrir.

-          Utilizamos vuestros sueños –rebatió-, es completamente distinto. Nosotros utilizamos vuestros sueños para haceros ver que no debéis renunciar a lo que tanto deseáis. Intentamos que sintáis, al menos por un tiempo, lo que se siente al realizar esas fantasías en las que pensáis durante el resto del día.

-          Y, ¿Cómo puedes tu saber cuáles son mis fantasías si hasta ayer ni nos conocíamos? –por lo menos ella contestaba a mis preguntas, Alex siempre me deja con más de las que tenía antes de hablar con él.

-          Tú no me conocías a mi –me guiñó un ojo-, lo que no necesariamente significa que yo no sepa nada de ti. Piensa una cosa Silvia –comenzó a decir mientras desandaba el camino que nos separaba-, ¿Cuánto tiempo pasas delante de un espejo? Y cuando digo espejo quiero decir un cristal, una puerta, cualquier superficie en la que te puedas ver reflejada. ¿Cuántas veces te has parado delante del espejo de tu habitación, o has estado frente al del cuarto de baño mientras hablabas contigo misma sobre cómo sería todo si “esto” o “aquello” cambiara? ¿Cuántas veces has cerrado los ojos frente a ellos deseando que tu suerte cambiara? Venga, no me digas que no te llamó la atención el gran espejo que tiene Alex en su sótano, o que no te has dado cuenta de que en casi todos tus “sueños” había un espejo, o en su defecto, alguna superficie reflectante.
-          ¿Me estás diciendo que nos espiáis para luego colaros en nuestros sueños? Eso es…

-          … una manera fea de decirlo. Nosotros nos informamos de lo que os gusta y de lo que no, de lo que os provoca alegría o tristeza… esa información nos resulta básica a la hora de crear esos sueños. Tienes que entender una cosa Silvia, con esa información no pretendemos otra cosa que ayudaros a sobrellevar el día a día, a entender que por muy mal que salgan las cosas hay que seguir intentándolo, intentamos que seáis mas conscientes de lo que realmente os rodea. Seguro que en más de una ocasión te has acostado pensando que algo no tenía solución, que ese dilema que se te presentaba era imposible de resolver. Y sin embargo, tras un reconfortante sueño, a la mañana siguiente lo veías todo un poco más fácil.

Tenía razón. Ha habido días en los que he estado a punto de tirar la toalla, de dejar de intentar alcanzar esas metas que empezaban a parecer utopías. Y a pesar de que alguien alguna vez dijo que la utopía es eso que nos hace seguir caminando… caminar sin llegar a ninguna parte cansa el doble. Las piezas comenzaban a encajar sin casi necesidad de apretarlas, cada explicación de Victoria liberaba un poco mas de espacio en mi aturullada cabeza.

-          Lo que no entiendo es cómo lo hacéis, es decir, ¿traspasáis un espejo y aparecéis en nuestros dormitorios, o baños? Me parece un poco…

-          De ciencia ficción –empiezo a acostumbrarme a que termine mis frases-. Lo sé, y cuando te expliquen lo que realmente sucede te parecerá aun más increíble. Pero me temo que para eso tendrás que esperar aun un poco más. Son casi las doce y el trabajo nos espera. Sígueme.

Me guió por al ancha nave hasta una de las esquinas del extremo más lejano del lugar en el que nos habíamos detenido a hablar. Cuando llegamos a la pared Victoria sacó una tarjeta de uno de los bolsillos del pantalón y la describió un semicírculo con ella delante del hormigón. Se escuchó un siseo antes de que un rectángulo de unos dos metros de alto por uno de ancho avanzara hacia nosotros para retirarse a un lado acto seguido. Avanzamos hacía un interior oscuro, ella delante y yo detrás, moviendo la cabeza para ver por encima de sus hombros. La habitación se ilumino cuando entramos y me giré justo a tiempo de ver como el rectángulo de hormigón se deslizaba hacia su posición inicial y toda prueba de que allí hubiera una puerta desaparecía. Se acercó a una de las tres paredes, la que quedaba a su izquierda, y agarró mi mano para que la siguiera. Lo que a simple vista me había parecido una pared se convirtió en una fila de taquillas grises algo mas altas que yo. Eran del mismo gris que el suelo, el mismo del que estaban pintadas las paredes; el mismo gris del sótano de Alex. Parecía como si el gris tuviera algo que ver en el trabajo que hacían, como si los ayudara a construir los sueños más fácilmente. Pero esa sensación no llegó a transformarse en pregunta porque otra sensación, en este caso de deja vu comenzaba a invadirme. No me cabía la menor duda de lo que allí estaba a punto de suceder y de lo que guardaban aquellas taquillas.
Abrió una de ellas y me dijo que escogiera lo que quisiera. Casi todo eran prendas de látex y vinilo. Mientras sacaba una percha de la que colgaba un pequeño vestido de látex ella se puso a  mi derecha para abrir una segunda taquilla. ¡Ni Mónica tiene tantos zapatos! Lo que mis ojos vieron sin duda le hubiera gustado a ella. Le pirran los zapatos y las sandalias, aun recuerdo como se contoneaba delante de mí, luciendo su última adquisición: unos zapatos negros de tacón de aguja de unos diez centímetros, con el tacón y las puntas doradas. Decía que se sentía sexy, que subida en unos tacones era capaz de lograr todo lo que quisiera. Y razón no le faltaba. En muchas ocasiones lo que ella quería era yo, y vaya si me conseguía…
Antes de que me diera cuenta Victoria ya estaba lista: todas y cada una de sus curvas mascadas y resaltadas por el traje de vinilo negro que se pegaba a ella como si fuera una segunda piel, sus pies enfundados en unas botas de un intenso rojo, las más altas que yo haya visto hasta ahora, y sus manos cubiertas por unos guantes del mismo material que el traje y del mismo color que las botas. Era como si no llevar nada, como si lo único que hubiera hecho fuera darse una mano de pintura sobre la piel desnuda. El contorno de los pezones se intuía a través de aquel traje que se adaptaba a la perfección a sus muslos y su sexo. Tuve que obligarme a apartar la mirada antes de que pudiera darse cuenta de cómo la recorrían mis ojos, suficiente vergüenza paso ya como para echar más leña al fuego.

-          ¿Aun estás así? A este paso para cuando empecemos le tocará despertarse…

Me encontré mirándola de nuevo mientras encendía sus labios con un pintalabios rojos y les daba a sus ojos un toque más oscuro con un poco de sombra de ojos. Después me miré a mí, en ropa interior, y por último el vestido que aun seguía colgado de la percha. Tardé dos segundos en decidir asesinar el poco pudor que pudiera quedarme y enfundarme aquel traje que se cerraba con una cremallera que recorría la parte de la espalda de arriba abajo. Las manos de Victoria consiguieron sobresaltarme una vez más. Con el sigilo que la caracteriza se había colocado detrás de mí  y me subía la cremallera con tanta delicadeza que parecía no tener fin.

-          Así da gusto venir a trabajar –su cálido aliento me rozó el lóbulo de la oreja provocando que los pelos de la nuca se me erizasen-. Ahora entiendo porque Alex estaba tan interesado en ti. Y creo que se a que se refería con eso de tu “habilidad”…

Sus manos descendieron hasta mis caderas, lo que consiguió que tuviera que olvidarme de lo que acababa de decirme para concentrarme plenamente en no tirarme sobre aquel cuello que parecía estar llamándome a gritos, palpitando a la espera de unos labios que le tomaran el pulso. Pero tengo que hablar con ella de eso de mi “habilidad”… y de cuanto lleva Alex fijándose en mí.
Terminé de retocarme un poco, bueno, más bien fue Victoria quien se encargo de ello. Eligió el mismo pintalabios que había utilizado ella y me apartó el pelo de los ojos para ensombrecerlos un poco también. Estaba claro que aquel sueño sería algo distinto al que creó Alex la primera noche que llegué aquí. Y al igual que en aquella ocasión, no temía nada. Me sentía completamente relajada. El sexo para mí nunca ha resultado un problema ni supuesto un tabú. En ese aspecto siempre me he considerado una chica muy simple: si surge la oportunidad lo pruebo, y si me gusta repito. Al fin y al cabo el sexo es como cualquier otra cosa, como la música o la lectura, o como salir de pesca: si te gusta… ¿Por qué no hacerlo?
El comienzo fue como aquella primera noche, las luces de la sala se fueron apagando al tiempo que el gran cristal que hacía las veces de pared más alejada de la puerta comenzaba a iluminarse.

-          ¿Cómo sabéis cuando se duerme esa persona en cuyos sueños queréis entrar? –esa pregunta me parecía la más interesante para aquel momento.

-          Hay gente que se encarga de eso, a nosotros nos llega la información filtrada. Ellos se encargan de recopilar datos durante el día a día del sujeto para saber hacía donde debemos dirigir nuestro sueño –se acercó un poco más a mi e inclinó la cabeza hasta que con los labios rozó mi oreja-. Aquella noche me quedé con ganas de tener más tiempo para… nosotras. Ha sido una autentica suerte que aparecieras justo ayer y que estés aquí para este sueño… Creo que va a ser una de las noches en las que más voy a disfrutar de este trabajo…

No tenía tiempo para decir apenas nada más, las luces de la habitación se habían apagado por completo y eso significaba que aquello comenzaba ya, y lo poco que se me pudiera haber ocurrido se evaporó cuando noté una de las manos de Victoria descendiendo por mi espalda para terminar cerrándose en torno a mi culo. Una ola de excitación rompió en mi interior inundándolo todo y haciendo que deseará comenzar cuanto antes.
Lo vi al otro lado de la habitación. De unos treinta y dos años y con el pelo corto. Tenía las manos esposadas a la espalda y entre ambas un poste de madera recubierto de algún tipo de material acolchado que le impedía abandonar aquella posición. Sus ojos estaban tapados por algo parecido a un pañuelo negro. Estaba totalmente desnudo e indefenso. Aquello despertó en mi unas ganas desconocidas de usarlo para mi placer, de hacerlo sudar de tal manera que ese perfume de excitación se adhiriera a mi piel para recordarlo más tarde. Victoria se me adelantó, ya estaba a su altura y tiraba del pañuelo hacia abajo para dejar que la viera. Sus mirada al contemplar a Victoria enfundada en aquel mono de vinilo, esa mezcla entre desconcierto y deseo que se intuía en sus ojos negros me hizo saltar hacía delante como un resorte y en un abrir y cerrar de ojos los de aquel desconocido no dejaban de volar de la una a la otra. Victoria me miró, yo la miré, él nos miraba… ella me agarró de la cintura y tiró de mi cuerpo hasta que el aire tuvo serios problemas para pasar entre nosotras. Sus labios se fundieron en el calor de los míos y un dulce sabor a cereza llenó mi boca cuando su lengua se abrió paso hasta ella. No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando nos separamos vi que su pintalabios había desaparecido casi del lugar en el que debía estar para decorarle las mejillas y la barbilla. O tal vez fuera ese mi pintalabios… el desconocido se había quedado con la boca abierta y con una erección que ninguna de las dos estábamos dispuestas a dejar pasar como si nada. No me lo pensé dos veces y doble la cintura para empezar a saborear su ombligo e ir bajando poco a poco desde allí. Victoria no tardó en colocarse detrás de mí y el calor de su boca se centró en otros labios en esta ocasión. Era una sensación familiar, algo que ya había sentido antes, durante alguna siesta improvisada…
Un pequeño gemido escapó de mi boca al notar su lengua entrando en mí, o al menos lo intentó. Yo ya tenía para entonces la boca ocupada en hacer que aquel desconocido tensara sus piernas e intentara hacerse con el ritmo. El pobrecillo parecía no darse cuenta de la situación en la que estaba, y para demostrárselo dejé su miembro para darme la vuelta y ofrecerme por completo a Victoria. Su lengua estaba haciendo maravillas entre mis piernas y me resultaba complicado concentrarme en él mientras ella jugaba conmigo. No tardó en aceptar y me tumbó a los pies del desconocido, haciendo que tuviera que agachar la mirada para no perder detalle de lo que iba a pasar. Y lo que pasó fue exactamente lo mismo que sucedió en aquella siesta en la que vi a Victoria por primera vez. Se sumergió entre mis piernas para que sus labios se pegaran a mi sexo y su lengua empezó con aquellos suaves pero firmes movimientos que hicieron que aquella vez mis muslos comenzaran a temblar al poco tiempo. Esta vez pude contenerme algo más, Victoria sabe lo que me gusta, pero yo sabía lo que ella iba a hacer. Cuando noté que los músculos de mis piernas comenzaban a tensarse y a no relajarse hasta cinco o seis segundos después supe que era el momento. La agarré del pelo y levanté su cabeza para que me mirara a los ojos, para que viera lo caliente que estaba, la lujuria que su lengua había despertado en mí una vez más. El desconocido también lo vio, sus ojos parecían suplicar que lo soltáramos, estoy segura de que hubiera arrancado el poste al que estaba atado si hubiera podido con tal de poder meterse entre ambas. Me deshice del buzo de Victoria y la tumbé boca arriba para devolverle el favor. Dos de mis dedos comenzaron a jugar con su clítoris hasta que me di cuenta de que a mi lado, sin saber cómo ni de donde, había aparecido un vibrador morado. El vibrador  sustituyó a  mis dedos en su empeño por hacerla gemir y mi boca regresó a donde había estado hacía algunos minutos. Pronto conseguí que las respiraciones de ambos se acompasaran al ritmo que marcaba mi mano y mi boca, aceleraban cuando yo aceleraba y  se relajaban cuando mis vaivenes eran menos intensos. Sentir que los tenía a mi merced, a ambos, pendientes de cuando iba a parar o cuando iba a hacer que se corrieran, me ha hecho sentir increíblemente poderosa, sexy, como si pudiera hacer que cualquiera de los dos me suplicara que no parase. Yo estaba concentrada en mantener ambos ritmos cuando Victoria se escurrió de entre mis manos para colocarse a mi izquierda y acompañarme en la tarea de hacer sufrir un poco más a aquel desconocido que ya ni mordiéndose el labio inferior podía reprimir los gemidos que se agolpaban en su garganta empujados por la excitación de vernos a ambas arrodilladas frente a su entrepierna. Nos miramos y nos dedicamos a él con aun más énfasis; mi lengua subía y bajaba por un lado mientras la suya hacía lo propio por el otro, y cuando se encontraban en el medio luchaban entre ellas por cada milímetro de aquella caliente y palpitante piel. Sus manos alcanzaron mis muslos y las mías respondieron de igual manera sin que ninguna de las dos aflojáramos el ritmo de nuestras bocas. Pronto los tres estábamos en igualdad de condiciones, cada uno de nosotros gemíamos más fuerte que el anterior para marcar los tiempos, nos dejábamos claro los unos a los otros que aquel ritmo terminaría por hacernos desfallecer en cuestión de minutos. El olor a cereza regreso a mi nariz cuando los labios de Victoria se olvidaron por un momento del desconocido para visitar a los míos mientras clavaba en mí sus ojos verdes. Me fijé en que las luces se habían atenuado, no sabría decir en qué punto del sueño, pero carecían de la misma intensidad que poseían en los primeros compases de aquel sueño. Creo que justo antes de que estallásemos en gritos de placer la vi guiñarme un ojo, como si quisiera avisarme de que aquello estaba terminando.

Y ahora vuelvo a estar aquí, en la habitación de invitados que Victoria me ofreció, o que le ofreció a Alex para que se quedara una desconocida. Aunque tal vez yo no les resulte tan desconocida como ellos a mí, al fin y al cabo Alex lleva algún tiempo “fijándose” en mí…

Al Otro Lado del Espejo -13 de Febrero, 2013-(primera parte)

Bueno, pues ha costado más de lo que tenía previsto, pero al fin he podido continuar esta historia que comencé hace algún tiempo ya. Al igual que con el primer capítulo, que era demasiado largo para subirlo de una tacada, el segundo también lo encontrareis en dos partes. Siento la tardanza, espero que la espera haya valido la pena. 


Otro día más, una hoja más para seguir comprendiendo lo que me rodea. Ayer fue un día muy tranquilo. Alex me dijo que no podía quedarme en su casa, no porque así no lo quisiera, si no porque su piso solo contaba con un dormitorio, y aunque la idea de alejarme de la única persona a la que conocía en este lugar me aterrorizaba mi espalda se alegraba de no tener que pasar una noche más en ese potro de tortura que él llamaba sofá. Me había ofrecido dormir en su cama, oferta que rechacé al instante por pura vergüenza. No tardó demasiado en encontrar una habitación para mí. Tras un par de llamadas estaba todo decidido: me quedaría en casa de Victoria, una amiga suya. Al parecer no todo es tan distinto aquí, cada día descubro que nuestras dos realidades tienen muchos puntos en común. Recuerdo que la primera noche pensé que esto debía ser algo así como uno de esos universos paralelos que nos muestran las películas, un  lugar en el que todo es al revés de cómo lo vivimos nosotros. Imaginaba escaleras que subían cuando deberían bajar y todo ese tipo de cosas que hacen que los protagonistas de esas películas se den cuenta de que no están en su mundo. Pero las diferencias son mucho más sutiles de lo que esperaba: ni coches volando ni gente con la ropa interior por encima de los pantalones y las camisetas. La casa de Victoria, por ejemplo, es como cualquiera de los pisos de dos habitaciones en los que haya estado antes. Las paredes del largo pasillo que recibe a los invitados a su llegada son completamente blancas, con tres trípticos que muestran distintos momentos del día en una de ellas y dos grandes relojes colgados de la otra. Un pequeño mueble hace de recibidor junto a un perchero del que Victoria siempre tiene colgadas un par de bufandas, algún gorro que otro y una gabardina negra. Tengo que preguntarle porque no hay ningún abrigo mas colgado del perchero… aunque creo que no es de las cosas que más me intrigan ahora mismo. Siento mucha más curiosidad por el hecho de que su casa no cuente con la habitación gris en la que sucedió todo la noche que llegué aquí. Aunque tampoco puedo asegurar que fuera capaz de encontrar esa puerta sin picaporte que emerge de la pared para deslizarse hacia un lado después, incluso si estuviera en la misma habitación en la que me encuentro ahora mismo escribiendo esto. No lo he podido evitar, ha sido releer la última frase y volver la vista hacia la pared de mi espalda para intentar adivinar el contorno de una puerta. Creo que empiezo a volverme loca, o cuerda dependiendo de cómo lo miremos. Mis ojos ya no se paran en la imagen exterior que puedan reflejar los objetos más cotidianos, intentan ir más allá, entender el porqué de su ser, la intención de su existir. Comienzo a comprender que las cosas no funcionan porque si, si no que todo está conectado para hacer que funcione. Últimamente la idea de que sin esta realidad la realidad en la que yo vivía sería completamente diferente, y viceversa. Y creo que la razón de que sea capaz de percibir todo eso es verdaderamente simple: aquí no existen distracciones que disuadan a mi mente de mirar más allá. Es decir, en mi otra realidad existen cientos de canales de televisión, de radio, internet y su sinfín de posibilidades, prensa escrita, acontecimientos deportivos… y todo esto hace que las mentes se vuelvan sedentarias, que ignoren todo aquello que no les es servido en bandeja y preparado para consumir. Aquí esas distracciones no existen. Claro que tienen música, y las casas, al menos en las dos en las que yo he estado por el momento, están plagadas de estanterías repletas de libros. Las diferencias son más sutiles que eso. Por ejemplo, cada ciudad tiene tres periódicos, según me contó Alex cuando veníamos de camino a casa de Victoria: uno sobre noticias internacionales, otro sobre noticias nacionales y de la ciudad y el último sobre deportes. Cuando le pregunté cómo es que tenían tan pocos la simpleza de su respuesta me pilló desprevenida, “es sencillo, vosotros tenéis muchos periódicos, pero ninguno de ellos se ciñe fielmente a la realidad, ninguno es objetivo a la hora de informar. Cada uno hace la guerra por su parte, e informa cuando y como quiere de lo que a ellos más les conviene. Pelean entre si para vender la mejor mentira. Aquí los periodistas están orgullosos de su profesión, la respetan e informan objetivamente e investigan cada noticia para intentar ser lo más verídicos posibles. Claro que aquí su trabajo es más sencillo, nadie les pone la zancadilla o los amenaza para que no escriban de esto o de lo otro: la transparencia es una cualidad muy común en aquel que no tiene nada que esconder.” Cuanto más lo repito más lógico me suena. Si los medios de comunicación fueran más objetivos a la hora de informar seguramente todos hablarían de lo mismo, con lo que, seguramente, con dos o tres periódicos sería suficiente para mantenerse bien informado. Esa idea se me antoja imposible en mi realidad, allí están dispuestos a llevarse por delante a quien sea con tal de vender más que sus rivales. Y así sucede con casi todo, las rivalidades que a menudo llevan a rebajar la calidad de los servicios no existen en esta realidad.
Sin duda una de las cosas que más me gusta de este lugar, aunque estoy completamente segura de que todavía me queda mucho por descubrir, es la naturalidad con la que se tratan todos. Alex y Victoria me tratan como si me conocieran de toda la vida y todos se saludan cuando se cruzan por la calle, ¡incluso cuando se detienen junto a otro coche en un semáforo! Eso es todo un alivio para una persona tan tímida como yo. Con Alex sentía una cercanía que me llevaba a hablar con él con total normalidad, pero a medida que nos acercábamos a casa de Victoria notaba como si mi estomago comenzara a girar sin control. La perspectiva de quedarme en casa de alguien que no conocía me ponía muy nerviosa, y teniendo en cuenta que lo único que conocía de aquel lugar era Alex, y él ya me había dicho que no podía quedarse con nosotras… podría decirse que conseguí controlarme bastante.  Lo normal, conociéndome, hubiera sido ponerme a temblar en el asiento del copiloto durante todo el trayecto,  pero Alex me miró, me sonrió y me dijo “tranquila, Victoria es lo más parecido a mí que se puede encontrar por aquí, estoy seguro de que os llevareis a las mil maravillas”.      Tenía razón, Victoria es una chica encantadora. Con sus veintipocos años tengo la sensación de que ha vivido y visto muchas más cosas de las que yo he vivido a mis treinta y cinco. Se lanzó sobre mi nada más bajar del coche y me plantó dos besos que retumbaron en mis oídos durante un par de segundos. Cuando se separó su perfume quedó flotando en el medio metro escaso que nos separaba, un dulce aroma a vainilla y canela. Sus ojos me miraron de arriba abajo y  lo primero que dijo fue “tengo dos vestidos que llevan escrito tu nombre”. Yo miré a Alex, desconcertada, pidiendo algún tipo de explicación o consejo sobre cómo comportarme en aquella situación, pero él se dedicó a mirar la divertida escena mientras sonreía.  Nos despedimos de él frente a la puerta del portal, yo lo seguí con la mirada hasta que se hubo metido en el coche, y Victoria colocó el pulgar sobre un lector de huellas dactilares que parpadeó un par de veces. Dos pitidos y un chasquido después la puerta de cristal estaba entreabierta y yo la seguía hacia el interior. Su casa estaba situada en el decimonoveno piso, trayecto que cubrimos sin que ella dejara de mirarme y de rizarse uno de los mechones de pelo negro que le caían sobre el hombro. Aun no puedo evitar sentirme intimidada por esos ojos verdes que parecen traspasarme cada vez que me miran, es como si con un solo vistazo se deshiciera de mi ropa para abrirse paso por todo mi cuerpo, recorriendo cada poro de mi piel para terminar colándose por mi mirada hasta lo más profundo de mi. Cuando se abrieron las puertas grises del ascensor esperó a que saliera yo para seguirme muy de cerca. Casi podía notar el calor de su respiración sobre mi nuca y un dulce olor a cereza reemplazó a la canela y la vainilla de su perfume. Tal vez se tratara de su pintalabios, ese color rojo hacía resaltar sus ya de por si carnosos labios. Cuando me giré y los vi me recordaron a una caja de cerezas maduras y dulces. Ella me sonrió y se puso a mi altura con un par de pasitos cortos haciendo que sus tacones arrancaran sonidos sordos a las baldosas del suelo.

-          Tranquila, no tengo intención de morderte –me dijo mientras se adelantaba para volver a poner el pulgar sobre el lector de huellas que había junto al marco de la puerta-, aunque si sigues poniendo esa carita de cervatilla asustada… -el chasquido del mecanismo de la puerta dejó su frase sin final-. Pasa, estás en tu casa.

Las luces del pasillo se encendieron en cuanto el sensor de movimiento situado en el techo captó mi presencia. El blanco de las paredes me hizo parpadear para habituarme a la luz, tiempo más que suficiente para que Victoria se colara detrás de mí y cerrara la puerta. Volví a notar su aliento en mi cuello, se movía con una elegancia y rapidez que no había visto nunca. Avancé por el pasillo hasta llegar a lo que parecía ser el salón. Lo primero que me llamó la atención fue el sofá granate de piel que estaba a mi derecha, en el trozo de pared que quedaba entre dos puertas blancas. Su color contrastaba con el blanco de aquella pared, la única en ese tono. De frente a mi solo había cristal, grandes ventanas que iban desde el suelo hasta el techo. Victoria se me adelantó y corrió los paneles japoneses que cubrían todas las ventanas para dejarme boquiabierta con la maravillosa vista que ofrecían.  Podría haber estado mirando la ciudad que se veía al otro lado de la ventana durante horas sin encontrar la mas mínima diferencia entre esta y en la que yo había vivido toda mi vida. Pero aun así… no fue corto el tiempo que estuve dejando que mis ojos recorrieran los altos edificios, los parques o hasta las farolas que iluminaban con la misma luz blanquecina las aceras de ambas ciudades. Tan concentrada estaba en encontrar alguna diferencia que no pude evitar sobresaltarme cuando Victoria me tocó el hombro. Sin duda alguna el salto que di debió parecerle de lo mas gracioso, por que cuando me giré su cara era todo sonrisa y sus carcajadas sonaban como las de una niña pequeña que acabara de hacer alguna travesura.

-          Deberías relajarte un poco, no me gustaría tener que contarte como la primera visita que muere en mi salón de un infarto –más risas que me ayudaron a tranquilizarme-. Ven, sentémonos un poco, estoy segura de que te pasan un montón de preguntas por la cabeza –continuó tras sentarse en el sofá granate y sin dejar de hacer gestos con la mano para que la acompañara-, y no se por qué, pero tengo la sensación de que Alex no ha contestado a demasiadas.

-          Más bien a una solo –la piel del sofá estaba fría, la notaba a través de los pantalones-, me dijo que no tenía tiempo para más.

-          Este Alex… -su sonrisa empezaba a contagiarse, notaba como mis labios se curvaban en la mía propia-, siempre  tan ocupado. No sé cuantas veces le he repetido que debería descansar un poco. Pero ya sabes lo que pasa cuando te gusta tu trabajo. ¿no os sucede lo mismo en tu realidad?

-          Mi realidad… -la pregunta me descolocó por completo, empezaba a no estar segura de cual quería que fuera mi realidad- pues supongo que sí, aunque me temo que no nos pasa a tantos como nos gustaría.

-          ¿No te gusta tu trabajo? –parecía sorprendida, como si no concibiera la idea de que a alguien pudiera no gustarle aquello a lo que se dedicaba.

-          Digamos que no me desagrada, pero me alegro cuando  llega la hora de volver a casa.

-          Fíjate tu –la sonrisa había regresado a sus labios-, ahí tienes una diferencia más entre nuestras realidades. Apuesto a que Alex ya te había hablado de alguna mas, pero no se por qué me da que aun sigues buscándolas. No te concentres demasiado en encontrar las siete diferencias o te perderás todo lo demás…

Parece ser que en este lado del espejo todo el mundo sabe lo que pienso, o al menos el cien por cien de las personas que he conocido hasta el momento.  Otra pregunta más para la lista. Como siga así voy a tener que pensar seriamente en llevar boli y papel a todas partes para apuntarlas todas, creo que en la cabeza ya no me caben muchas más.

-          Puede que tengas razón –contesté después de reflexionar un momento-, ni si quiera te he dado las gracias por dejar que me quede a dormir aquí. Muchas gracias Victoria.

-          No hay porque darlas –guiñó uno de sus verdes sin dejar en ningún momento de lado la sonrisa-, Alex y yo nos conocemos desde críos, hemos pasado tanto tiempo juntos que cualquier amiga suya es mi amiga incluso antes de conocerla en persona.

-          Comprendo… -no sabía como preguntar aquello, ni porque lo iba a preguntar- ¿Alex y tú estáis…?

-          ¿Saliendo? –Victoria parecía estar pasándoselo realmente bien aquella noche- ¡que va! Alex es como un hermano para mí. He dicho que nos conocemos desde críos, debería haber dicho que nos aguantamos desde críos. Alex es el hermano que nunca tuve, y creo que yo le recuerdo en algo a la hermana que perdió…

Sus preciosos ojos verdes parecieron apagarse un poco mientras la frase se quedaba inconclusa, colgada en el aire como un recuerdo demasiado frágil para tan siquiera hablar de él.  Puede que algún día me atreva a preguntarle a Alex al respecto, aunque con tantas preguntas en mi cabeza tal vez esta pueda quedar en un segundo plano. Aun no tengo demasiado claro como terminé aquí, ni como era posible que él se hubiera estado colando en mis sueños una y otra vez. Intentar sacar alguna cosa en claro ha sido complicado en esta semana. Son muchas las respuestas que pretendo encontrar, y tal vez mas de una, y de dos, no sean mas que tonterías.
 Pasé parte de mi segunda noche haciéndole entender a Victoria que en mi realidad había personas que se veían  obligadas a desempeñar trabajos que detestaban  para poder salir adelante. Al principio pensó que le estaba tomando el pelo, “intentas confundirme para no ser tú la única que no entiende nada aquí”, me dijo mientras me sacaba la lengua y cruzaba las piernas sobre el sofá. Terminamos riéndonos, pero casi ni me acuerdo de que. En algún momento de nuestra charla Victoria decidió que me vendría bien una copa de vino para relajarme un poco, “con un poco de suerte tus ojos dejaran de ir de aquí para allí como si buscaras la cámara oculta”. Creo que en lo que va de semana ha conseguido que me ruborice al menos una docena de veces. Y eso me lleva a pensar que aquí todo el mundo tiene una capacidad de empatizar que es impensable en la realidad de la que vengo. El caso es que una copa llevó a otra, y esta a la siguiente… y antes de que pudiera darme cuenta estaba riéndome a carcajadas, tirada sobre el brazo del sofá que tenía detrás mientras  me sujetaba la tripa con las manos. ¡Y lo mejor de todo es que no recuerdo el motivo por el que ambas nos reíamos de aquella manera!
Esta mañana me he levantado con dolor de cabeza, pero con una sensación de tranquilidad que no sabría muy bien como describir. He sentido como si, por una vez en la vida, supiera que estaba en el lugar que quería estar. Tengo la sensación de que  aquí podría ser más feliz que en mi otra realidad.  Y si, digo mi otra realidad porque empiezo a entender algo que dijo Alex mientras comía con Victoria y conmigo este mediodía.

-          No existe una única realidad –lo dijo mecánicamente, como si fuera una frase que hubiera repetido en más de una ocasión -.  Pensar otra cosa es ir en contra de la lógica.
       <<cada uno fabrica su propia realidad cuando observa el mundo. Si solo existiera una realidad sería imposible que a cada uno nos gustara un tipo diferente de música, o que nos emocionasen cosas tan absurdas a unos y tan complejas a otros. Si hubiera una única realidad todo sería blanco o negro, y estoy seguro de que, al menos eso, seguís recordándolo en el lugar del que vienes. No, estoy seguro de que sois capaces de entender una cosa de al menos dos maneras distintas cada uno. Y si, digo al menos, porque hay tantas realidades como ojos que miran. Esa es una de las mayores diferencias entre nuestras dos realidades: en la nuestra a nadie se le pasa por la cabeza que pueda estar en posesión de la verdad absoluta, y eso, como seguramente comprenderás, evita muchos momentos… delicados, por llamarlos de alguna manera>>.

Siempre me ha resultado muy fácil escuchar a la gente, entender por qué hacen esto o por que pueden pensar aquello. Me parecía increíble como otros eran incapaces de hacer lo mismo antes de provocar momentos delicados, como Alex los ha llamado hace algunas horas. Llegué a la conclusión de que en ocasiones se trataba lo hacían por indiferencia y otras simplemente porque obtenían una extraña satisfacción con el mal ajeno. Creo que hay otros que prefieren no pararse a pensar en nadie que no sean ellos mismos. Puede que en este lado del espejo todo el mundo sea capaz de ponerse en el lugar de aquel que tiene delante, y que por ello parezcan todos tan tranquilos y felices. Siempre he creído que el mundo sería un lugar mucho mejor sin que la envidia o la codicia viciasen nuestras relaciones. Creo que en algún momento, hace ya algún tiempo, renuncié a la posibilidad de que eso llegara a suceder en mi mundo, dejé  de creer que el ser humano fuera capaz de algo tan poco… egocéntrico y desinteresado.  Pero parece que aquí eso es algo de lo más normal. Tengo la sensación de que, a pesar de las comodidades que ofrece este piso, Victoria no tendría problema alguno en vivir de una forma más modesta, incluso pienso que sería capaz de dejar su casa a un amigo mientras ella duerme en casa de otra persona. ¡Pero si me ha acogido a mí, sin conocerme de nada! Y Alex…
La verdad es que la comida ha durado menos de lo que me hubiera gustado, y después de un par de horas volvíamos a estar las dos solas. Pero la timidez y el pudor desaparecieron ayer por la noche, en algún punto entre la primera botella de vino y la segunda. Aprovechó que me había quedado con la mirada fija en la puerta para acercarse a mí con su agilidad felina y hacerme cosquillas por la espalda. El salto que di hizo que comenzara a reírse. Cuando terminamos de recoger la mesa nos sentamos a ver un poco la tele, nada especial, una película antigua que creo haber visto hace algunos años. Aquello me creó una duda.

-          Esta película me suena… -me costaba mucho menos hablar con ella, era increíble la normalidad que irradiaba-, ¿Cómo es posible?

-          Que ¿Cómo es posible? –había conseguido sorprenderla una vez más, eso me gustaba- no me digas que crees que aquí tenemos nuestro propio Hollywood, plagado de superestrellas de las que no has oído hablar en la vida.

-          Entonces… como se supone que es posible…-Verónica volvía a reír.

-          …¿Qué vea una película en esta realidad que tú ya has visto en la tuya? –terminó mi frase al tiempo que se levantaba del sofá para acercarse a una estantería- imagino que estas también te sonaran.

Reconocí las películas que me entregó tan solo con las imágenes de las caratulas. Una era Titanic, la otra una versión en blue ray de El Hobbit.

-          Déjame que te aclare unas cuantas cosas para que no te tomen por loca por aquí –    devolvió los DVD´s a su lugar y regresó al sofá-.
  <<Tenemos las mismas películas, los mismos libros, los mismos coches; También tenemos electricistas, médicos, camareros en sus bares, carniceras y panaderos. ¡Hasta tenemos policía y abogadas!, aunque los primeros no suelen tener demasiado trabajo. Aquí no hay asesinatos, ninguno tenemos motivos para vengarnos de otra persona, por lo que todo su trabajo se reduce a poner alguna multa ocasional cuando alguien bebe más de la cuenta o se salta un semáforo. Es decir, compartimos muchas cosas con vosotros, aunque algunas de ellas solo coincidan con las vuestras en la definición básica. Piénsalo, ¿Cómo si no ibas a ver las aceras iluminadas por las farolas, o entrar en uno de esos bares que estoy segura que has visto cuando Alex te traía ayer hacia aquí y tomarte un café? Deja de pensar que aquí somos seres mágicos. Somos como tú, como cualquiera de tus amigos o tus familiares: nacemos y también morimos. Simplemente somos más conscientes de lo complejo del funcionamiento de la vida y de las posibilidades que ofrecen nuestras mentes. Y aunque te pueda parecer una contradicción, saber lo complejo que es todo en realidad te ayuda a tener una vida más simple, más tranquila, más… feliz.

-          Nosotros también somos felices –lo dije como si intentara defender nuestra forma de ser, aun no lo entendía demasiado bien-.

-          ¡Claro que lo sois! –soltó una carcajada que me descolocó- , sigues pensando que esto es un mundo completamente distinto Silvia, cuando lo único diferente que tenemos aquí es nuestra capacidad de percibir el mundo y de actuar en consecuencia para reducir los incidentes; esos incidentes que acaban con vuestros momentos de felicidad, porque no me negaras que si pones en una balanza los buenos y los malos momentos, desgraciadamente, los segundos pesan más que los primeros.
-          Y ¿no os cansáis de ser siempre felices? –me di cuenta de lo absurda que sonaba aquella pregunta en cuanto abandonó mi boca- , quiero decir, si evitáis cualquier enfrentamiento ¿no matáis las ganas de crecer como personas? No estoy diciendo que me guste pasarlo mal, pero esos malos momentos me ayudan a querer seguir caminando, a darme cuenta de lo fuerte que soy en realidad, a valorar como se merece aquello que tengo, por muy poco que sea.
-          Entiendo que digas eso, yo también lo pensé durante algún tiempo. Veía como superabais percances. Siempre terminabais volviendo a sonreír, agarrándoos a las cosas más pequeñas para ello. Y volvíais a intentarlo una y otra vez, por mucho que doliera el fracaso, lo intentabais con más fuerza aún.  Esas ganas por conseguir algo, ese interés por conquistar aquello que se suponía inalcanzable… hicieron que sintiera ganas de traspasar el espejo en más de una ocasión. Pero luego os veía llorar, sufrir por vuestros sueños rotos y esas ganas se esfumaban. Puede que no suframos tanto como sufrís vosotros por no daros cuenta de ciertas cosas, pero eso no quiere decir que la nuestra sea una realidad de color de rosa. También sentimos, y de una manera que solo algunos de vosotros habéis alcanzado a experimentar, así que también experimentamos dolor cuando alguien muere o nos abandona.
-          No lo entiendo –mi cabeza intentaba asimilar todo aquello, pero era complicado- , si sois capaces de evitar confrontaciones…. ¿Cómo es que sufrís?

-          Porque no hay dos personas iguales Silvia –sentenció-, ni en vuestra realidad, ni aquí, ni en ninguna otra. Los sentimientos se acaban, las personas cambian inevitablemente, y que no empecemos guerras por un sentimiento de traición no significa que no nos sintamos traicionados o abandonados. Ya ves, no somos tan distintos al fin y al cabo.