24 mar 2013

Al Otro Lado del Espejo -11 de Febrero, 2013- (segunda parte)


Y como os había comentado en el post anterior, aquí está la segunda parte del primer capitulo: 11 de Febrero, 2013. Que lo disfrutéis.





Aun recuerdo como me sentí al notar el cálido tacto de sus suaves manos sobre mi piel. Un pequeño escalofrío  me recorrió la espina dorsal, un pequeño reflejo de los espasmos que mi cuerpo comenzaba a padecer hacía unos pocos minutos gracias a sus habilidosas manos  y al enloquecedor ritmo de sus caderas al penetrarme una y otra vez. Creo que si me concentro un poco sería capaz de recordar el sabor de sus labios, aunque no nos hayamos vuelto a besar desde aquella noche. Ahora que lo pienso… ese beso  se repetía en cada una de las noches en las que él se hacía con el control de mis sueños, y cada mañana, al despertar entre sabanas revueltas y empapadas en sudor recordaba ese sabor entre dulce y amargo. ¿Cómo es posible que recordara haberle besado y no conseguía hacer lo mismo con su rostro? Es algo que tengo que preguntarle…
No sabría explicar el porqué, pero sentirlo me calmó. Algo en mi interior me repetía una y otra vez que no tenía por qué tener miedo de él. Nunca había conseguido encajar en el mundo, y ahora empiezo a pensar que tal vez se debiera a que tenía una visión del mundo demasiado limitada. 
Aquella noche fue todo confusión y desconcierto, Alex pareció darse cuenta de que, a pesar de tener parte de las piezas en las manos mi limitada percepción me impedía montar el puzle. Me sonrió, con esa misma sonrisa con la que me miraba mi abuelo cuando me frustraba al intentar hacer un truco de magia de esos que él me enseñaba sin conseguirlo, y me llevó de la mano hasta uno de los extremos de la habitación. Tocó la pared y una plancha de unos dos metros de alto por uno de ancho avanzó hacia nosotros para deslizarse hacia un lateral después. Los ojos se me abrieron como platos y Alex me invitó a entrar con un gesto de la mano que le quedaba libre. Entré en un sótano lleno de estanterías y armarios iluminadas por varios focos de luz halógena situados sobre los estantes más altos. Parecía un sótano normal y corriente, de esos que tienen todas las casas de las películas americanas, incluso vi la típica puerta blanca que da paso a las escaleras que llevan a la planta principal. Mi mirada corría por cada estante, saltaba entre los focos intentando ver más allá de las puertas de madera de aquellos armarios. Las estanterías estaban llenas de complementos: gafas de todo tipo, guantes, gorras, collares, pajaritas, corbatas… era como estar en la sala de attrezzo de un teatro. Mi cabeza intentaba descubrir la razón de aquel sótano mientras Alex se movía de aquí para allí abriendo puertas y cajones de armario como si leyera en mi mirada cada uno de mis pensamientos. Lo que contenían los armarios era exactamente lo que yo había imaginado: ropa y más ropa. Uniformes de casi todas las policías del mundo, batas de médico, trajes de todos los colores, bañadores, pantalones y jerséis anchos, disfraces de casi todo lo que pudiera imaginar… en los cajones estaba la ropa interior, los tangas, los bóxers… Tengo la sensación de que si quisiera disfrazarme o vestirme de cualquier cosa que se me ocurriera me sería relativamente fácil encontrar todo lo necesario en aquel sótano. Cientos de preguntas se agolparon en mi cabeza tras ver semejante despliegue logístico, creo que en vez de menguar ese número ha ido aumentando hasta el día de hoy, y no era capaz de decidirme por una para elegirla como la primera. Él se adelantó a mis pensamientos, una vez más, y regresó a mi lado. Puso una mano sobre mi hombro desnudo y aquella sensación de calma que experimenté la primera vez que me tocó volvió a mí. Hasta ese momento no me había percatado de que seguía completamente desnuda y mis manos se abalanzaron para intentar tapar mis pechos y mi pubis, pero él se adelantó para impedírmelo y yo le dejé. Ahora me doy cuenta de lo absurdo de mi repentino pudor pues eran muchas las ocasiones en las que Alex había contemplado mi desnudez, de hecho en más de un sueño había sido él mismo el encargado de deshacerse de mi ropa. A pesar de ello noté como el rubor calentaba mis mejillas pero me obligué a olvidarme de ello, al fin y al cabo resultaba un detalle insignificante teniendo en cuenta que todo aquello había empezado como un simple sueño y que ahora resultaba de lo más real. 

- Imagino que tendrás muchas preguntas que hacerme –se sentó en un puf de los que había en el centro del sótano, yo ocupé el otro-, pero me temo que ahora mismo no puedo, tal vez ni sabría, contestar a todas. Así que hagamos un trato: piensa en la pregunta a la que más te interese que conteste y cuando acabe la noche intentaré contestar al resto.

No sabía que preguntar, había tanto sobre lo que quería saber, tantas preguntas agitadas en mi mente por la curiosidad y el desconocimiento que me resultaba imposible elegir tan solo una. Cada vez que creía tenerlo claro una nueva pregunta se anteponía y volvía al principio.

- ¿Por qué solo puedes contestarme a una pregunta? –me pareció una pregunta tan absurda entonces como me lo parece mientras la escribo aquí-.
- Curiosa pregunta. Creo recordar que la última persona que llegó aquí tardó cerca de media hora en hacer una pregunta –se puso en pie y se dirigió a uno de los armarios que tenía detrás-. Está bien, toma, ponte esto y te contestaré por el camino.
- ¿Por el camino a donde? –aquella noche no iba a dejar de sorprenderme tan fácilmente, cogí la ropa que me ofrecía y me la puse sin pensarlo demasiado.
- ¡Ya van dos preguntas eh! Es mejor que lo veas por ti misma, puede incluso que alguna de tus pregunta se conteste por sí sola. Por cierto, esos vaqueros te quedan estupendamente bien.

Me guiñó un ojo y me lanzó una última mirada aprobadora antes de volverse hacía la pared de la que habíamos salido. No me había fijado antes pero había un espejo, así que miré mi reflejo en el. Los vaqueros eran de un color azul oscuro que más bien parecía negro, tan ajustados que los notaba como una segunda piel. Llegaban hasta medio tacón dorado de unos zapatos negros que me encajaban como un guante. Una blusa oscura remataba el estilismo que me daba un toque sofisticado que me encantaba. Cuando volví la vista del espejo Alex estaba ya abriendo la puerta camuflada. Mis ojos se desviaron hasta media altura de su cuerpo, él también llevaba puestos unos vaqueros que, a pesar de ser bastante más abiertos de pierna, se ajustaban a su culo. Un culo moldeado y respingón, e increíblemente duro por lo que mis manos habían podido comprobar cuando, en lo que creía mis sueños, mis manos se aferraban a él sin control mientras pequeños espasmos se apoderaban de todo mi cuerpo. Alex se giró y me pilló mirándole, sonrió y me guiñó un ojo mientras con una de sus manos me hacía señas para que me acercara. A aquellas alturas yo ya me había olvidado de cualquier rastro del miedo inicial que había sentido al no estar segura de lo que pasaba. Era algo raro, realmente no había conseguido averiguar qué era lo que estaba pasando, pero mi cabeza comenzaba a ver todo aquello con una normalidad que aun a día de hoy  no me es posible explicar. Se había metido una camisa negra por dentro del pantalón y llevaba una jersey rojo que se le ajustaba al torso. Estaba guapísimo con aquella ropa, todo su cuerpo quedaba resaltado en su justa medida haciendo que la mirada de cualquier mujer disfrutara contemplándolo. Me sentí algo rara cuando regresamos a la habitación gris donde había comenzado todo. Un carrusel de imágenes, y posturas sexuales, comenzaron a girar en mi cabeza: las palmas de mis manos apoyadas contra el cristal mientras Alex me penetraba desde atrás, mis caderas moviéndose sobre la caliente piel de sus muslos, su cabeza sumergida entre los míos… tengo que reconocer que mi primer impulso, de lo más primitivo y salvaje, fue tirarme encima suyo para arrancarle la camisa y devorar cada centímetro de su cuerpo. Aun no había tenido la oportunidad de explorar su piel, de pasearme por ella a mi antojo, y esa idea me resultaba de lo más excitante. En todos nuestros encuentros siempre era él quien llevaba las riendas, quien decidía que y cuando se hacía, me moría, y aun me muero, por ser yo quien maneje la situación. Cuando la puerta se cerró detrás nuestro Alex se giró hacía mi.

- Supongo que estarás esperando la respuesta a la pregunta que me hiciste antes –comenzó a decir-, así que es lo primero que haremos. En realidad el motivo de que tan solo pueda contestar a una pregunta es bastante sencillo: ahora mismo no tengo tiempo para más. 
- ¿Qué no tienes tiempo para más? –otras tres preguntas se añadieron a la colección que tenía ya.
- Supongo que tú te dedicas a algo, es decir, tienes un trabajo. Pues aquí no es distinto, solo que nuestros trabajos son algo distintos a los vuestros –dio media vuelta y comenzó a caminar.

Notaba una nueva pregunta subiendo por mi garganta, pero se esfumó en cuanto me di cuenta de hacía donde se dirigía Alex. No puedo creer que la primera vez que estuve en la sala gris no me diera cuenta de que la gran cristalera seguía en una de las paredes de la habitación. Para ser exactos era una de las cuatro paredes, un enorme cristal que reflejaba toda la sala.

- Vaya –se quedó mirándome con un gesto entre sorprendido y divertido-, parece que la primera vez no te fijaste demasiado bien en esta habitación. Apostaría a que ahora mismo se te ocurren un par de preguntas más, pero como te he dicho antes no tenemos tiempo, casi se ha dormido ya.
- ¿Quién se ha dormido?, ¿Cómo lo sabes?

Dos preguntas más para la colección que se quedaron en el aire, un aire que se oscureció, igual que toda la habitación, en cuestión de segundos. El gran cristal comenzó a iluminarse con una tenue luz blanca que terminó por hacerse dueña de toda la superficie antes reflectante. Mis ojos tardaron un poco en acostumbrarse a aquella luz tras los primeros instantes de total oscuridad. Noté una presencia a mi izquierda, y uno de los brazos de Alex rodeó mi cintura para acercarme más a él. “Tranquila, no tengas miedo” me susurró al oído, “tú solo déjate llevar”. Quise decirle que no tenía miedo, pero su mano se deslizó hasta mi culo  y lo apretó de tal manera que hizo que me pusiera de puntillas. Lo que pasó a continuación aun me resulta difícil de creer.

Al Otro Lado del Espejo -11 de Febrero, 2013- (primera parte)


Hola de nuevo, antes de nada una aclaración para aquell@s a los que puede que os suene este texto. Al ponerme a escribir el segundo capitulo comprendí que no tenía sentido separarlo en dos cuando en realidad todo sucede el mismo día. Lo que encontrareis más abaja, si decidís seguir escribiendo, es una versión alargada del primer texto de este relato que colgué hace unos días  con algún retoque y nuevo material. He dividido el capitulo en dos post´s para que no ocupe tanto espacio, en el siguiente encontrareis la segunda parte del primer capítulo: 11 de Febrero, 2013. Espero que lo disfrutéis ;)







11 de Febrero, 2013 

Me llamo Silvia y soy un Reflejo. ¿Qué es eso?, esa es una buena pregunta, pero me temo que a día de hoy ni yo misma sabría explicar, sin equivocarme en mucho, lo que realmente son… soy… somos. Siempre se me ha hecho más sencillo entender las cosas si las escribía en un trozo de papel, y eso es lo que estoy haciendo ahora mismo: escribiendo estas líneas, que tal vez nadie lea nunca, para intentar comprender en que exactamente se ha convertido mi vida. 
Pero lo mejor será empezar desde el principio, y en este caso podríamos decir que el principio tuvo lugar hace más o menos tres días.
Tras un largo día soportando clientes pesados que le sacaban fallos hasta a la última de las puntadas de la tapicería de un sofá, o al barnizado de este o aquel mueble de salón, por fin había llegado a casa. Lo primero que hice fue encender el equipo de música del dormitorio, la música siempre me ayudaba  a desconectar de todo más rápidamente. Entré en el baño para abrir el grifo de la bañera y que el agua caliente fuera llenándola; necesitaba ponerme a remojo para que la tensión acumulada se diluyera y se llevara con ella los brotes de ira contenida que algunos de esos clientes me habían provocado. Había ocasiones en las que no creía poder mantener la compostura y me imaginaba a mi misma tirando a esa señorita repipi escaleras abajo o empujando a ese sabelotodo contra la barandilla de la primera planta de la tienda. De momento nada de aquello había sucedido, aunque, de seguir por aquel camino no descartaba que llegara a pasar en un día no demasiado lejano.  Con el tema “feel good” del grupo Gorillaz de fondo me acerqué a la cocina para sacar una botella de vino de la nevera y servirme un generoso vaso que apuré hasta la ultima gota con el primer trago. Decidí que sería mejor llevarme la botella conmigo. Regresé al baño con la bata doblada sobre el antebrazo de la mano que sujetaba la copa vacía y con la otra mano dejé la botella sobre la repisa de la bañera. El agua había llenado la mitad de la bañera, así que me serví otra copa de vino y la apoyé sobre el lavabo. Solté la goma que sujetaba mi pelo y las puntas me hicieron cosquillas al caer libres sobre los hombros. Me quité la camiseta de tirantes y la arrojé al cubo de la ropa sucia, bebí un trago de vino e hice lo mismo con los pantalones negros del uniforme. Me acerqué al espejo para ver más de cerca los dos arañazos que me adornaban el omoplato derecho. Durante todo el día había conseguido mantener a raya los recuerdos sobre la noche anterior, pero al ver aquellas dos marcas en mi espalda la imaginación se hizo con el poder. El vapor que salía del agua caliente de la bañera comenzaba a pegárseme a la piel mientras mi cabeza volaba entre sabanas, bocas, manos y… uñas. Aquellas en concreto, las encargadas de dejar ese recuerdo en su cuerpo, eran de Mónica, una amiga con la que comparto secretos y buenos momentos desde hace ya al menos tres años. Sus ojos apenas se cerraron dos segundos, pero fue mas que suficiente para volver a notar sus uñas aferrándose a mi espalda mientras yo mordía su cuello y notaba como su pulso se aceleraba bajo mis labios. Abrí los ojos y me pareció ver como una sombra cruzaba el espejo. Parpadeé y limpié el vaho del cristal  con la palma de la mano. Unas cuantas gotas corrieron por el dorso de mi mano antes de precipitarse al vacio. Allí no había nadie. Me aparté el pelo de la cara y cerré el grifo de la bañera. Dejé que la ropa interior cayera al suelo y con el dedo gordo del pie comprobé que el agua no estaba demasiado caliente. 
Notaba como todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo comenzaban a relajarse, me sumergí bajo el agua y después de apartarme un mechón de pelo de la boca terminé con el vino que quedaba en la copa. Las notas que salían de los altavoces de la habitación llenaban el poco espacio que el calor acumulado en el baño dejaba, se mezclaba con el vapor que ascendía del agua e inundaba mis oídos para sumergir mis sentidos en una calma casi completa. Recosté la nuca sobre la toalla de mano que había doblado a modo de almohada y mis ojos comenzaron a cerrarse lentamente. Entonces algo rozó mis labios y abrí los ojos sobresaltada. 
Ya no estaba en mi cuarto de baño, dudaba incluso de que estuviera en mi casa. Pero, ¿Cómo era aquello posible? La respuesta más lógica era que me había quedado dormida y estaba soñando.  Aun así algo no me cuadraba. Cuando soñamos, al menos en lo que a mí respecta, no somos conscientes de que lo estamos haciendo. Pero yo tenía la certeza de estar sumergida en un sueño, o eso o alguien habían entrado en mi casa, me había secuestrado y me había llevado a cualquier otro lugar. Y esa opción me parecía una autentica locura teniendo en cuenta que mis parpados habían estado cerrados apenas unos segundos. Todo a mí alrededor estaba prácticamente a oscuras, estaba en lo que parecía ser una pequeña habitación. Frente a mí una gran cristalera dejaba ver una sala mucho más grande iluminada por candelabros y faroles de aceite. Por algún motivo aquella luz no conseguía penetrar en el lugar en el que me encontraba. Mi mirada corría de un lado a otro intentando adivinar lo que sucedía cuando unas manos se deslizaron por mi cintura para posarse sobre los muslos. ¡Estaba completamente desnuda! Me parecía mentira no haberme dado cuenta hasta entonces y la curiosidad dejó paso a un breve ataque de miedo, pero, por extraño que parezca, no intenté deshacerme del tacto de aquellas suaves manos. Sus dedos dibujaban ochos sobre mi piel mientras yo seguía allí sentada, con la mirada perdida en la sala de enfrente. Unos cuantos tabiques de más o menos un metro de altura la dividían en pequeños cubículos, cada uno de ellos con un sofá negro y una butaca granate enfrentados. Forcé un poco más la vista y los ojos se me abrieron como platos. Tanto los sofás como las butacas estaban ocupados por mujeres y hombres que cubrían sus rostros con antifaces de distintos colores. Las manos que ahora acariciaban mis ingles, sin que me hubiera percatado de que mis piernas estaban ahora abiertas, se habían encargado de barrer cualquier retal de miedo que pudiera quedarme. Ahora tan solo sentía algo de pudor mezclado con timidez, pero esos sentimientos también se esfumaron, justo en el momento en el que uno de esos desconocidos dedos sobrevolaba mi clítoris. Sabía que la gente de la otra sala no podía verme, o vernos, aquel sueño no era nuevo para mí. Así que me dejé hacer. Dos de sus dedos bailaban entre mis piernas, tentando al calor que comenzaba a consumirme para que hiciera que mi cuerpo bailara con ellos. Y mi cuerpo quería bailar, mis piernas se abrieron un poco más y mi cabeza se echó hacia atrás. Aquello pareció ser la señal para que una de las manos se abriera paso por la piel de mi estomago hasta mis pezones. Se los encontró duros, pero parecía empeñada en endurecerlos aun más. Un par de subes pellizcos me hicieron morderme el labio para no gritar y mis piernas se tensaron lo justo para hacer que mi culo se elevara unos centímetros del asiento de la silla. Él lo aprovechó para deslizar la otra mano en ese pequeño espacio y agarrar mi culo. Terminó de ponerme en pie y me dio la vuelta como si no pesara más que una pluma. Nunca había tenido oportunidad alguna de pronunciar palabra antes de que sus labios sellaran mi boca en un beso tan apasionado que a los pocos segundos comenzaba a notar como si me faltara el aire. En aquel sueño corrí la misma suerte. Separé los labios para dejar paso a su lengua y ella buscó la mía como si en encontrarla se jugara la vida. Aquel sabor… aquella mezcla entre dulce y amargo que desprendían sus labios me emborrachaba, hacia que mi cuerpo se rindiera a él y a sus deseos. Tampoco puedo decir que me dejara más alternativa, sus brazos me rodeaban, me envolvían como si fuera dos veces yo, y mi culo permanecía prisionero de sus manos. Siempre tenía la sensación de que sería capaz de levantarme sin apenas esfuerzo.  Así lo hizo, a diferencia de en los otros sueños, sujetó con firmeza mis glúteos y me elevó para dejarme caer después muy despacio sobre su pene. Me sorprendía la facilidad con la que conseguía hacer que mis muslos se empaparan. Entraba en mí como si conociera mi cuerpo mejor que yo misma, yo arqueé la espalda y gemí sin poder contenerme. En aquel momento me acordé de los hombres y mujeres de la otra sala y giré el cuello para mirarlos. Sabía que podían escucharme, puede que el cristal no les permitiera ver más que unas sombras moviéndose al compás, pero aquella habitación contaba con micrófonos que mandaban el sonido a unos altavoces que colgaban de los tabiques al otro lado. Todas las miradas estaban fijas en el cristal, sin duda mi gemido había llamado su atención. Hasta aquel momento no me había fijado, pero todos ellos estaban en ropa interior, ellas en provocativos conjuntos de puntillas o transparencias y ellos en calzoncillos tan ajustados que dejaban más bien poco a la imaginación. Más de uno comenzaba ya a acariciar a la persona que tenía al lado, las lenguas comenzaban a recorrer cuellos y el calor comenzaba a subir haciendo que incluso la escasa ropa que llevaban resultara excesiva. Solo me penetró una vez, lo justo para que notara su excitación, su calor mas carnal. Me dejó en el suelo, de espaldas a él. Notaba su respiración en la nuca, erizándome los pelos mientras me ayudaba a inclinarme hasta llegar a apoyarme en el respaldo de la silla. Su respiración se paseó por mi espalda hasta perderse a la altura de la cintura. Dejé de sentirlo durante unos segundos, tiempo que aproveché para que mi vista se recreara en los cuerpos desnudos que se contoneaban al otro lado del espejo. En el sofá más cercano a mí una mujer rubia, de unos cuarenta años, balanceaba sus caderas sobre los muslos de un hombre de pelo castaño que aferraba sus manos al culo de ella. En la butaca de enfrente una pelirroja con una máscara veneciana apoyaba sus muslos sobre los brazos de piel granate para ofrecerse mejor a un joven que buceaba entre sus piernas. Dos sofás más allá dos hombres penetraban a una mujer de piel morena que gemía de tal manera que me parecía tenerla justo a mi lado. Unas butacas hacia la derecha dos mujeres entrelazaban sus piernas y sus sexos y sus caderas comenzaban a agitarse con una sincronización que me hacía dudar de que aquella fuera la primera vez que aquellas pieles se sentían. Un hombre al que comenzaba a faltarle demasiado pelo para poder disimular una inevitable calvicie se masturbaba delante de ellas. Al fondo de la sala un hombre gemía descontroladamente, sin duda a punto de estallar, y sin saber porque, mi respiración se acompasó a la suya. Tenía los ojos clavados en la oscuridad que mantenía oculto el final de la sala cuando las manos volvieron a posarse sobre mis muslos. Separó mis piernas dulcemente, recorriendo con sus yemas cada centímetro de ellas y las deslizó sobre mi espalda provocándome un escalofrío. Me incliné hacia delante un poco más, lo justo para ofrecerle mi culo para que volviera a penetrarme. La visión de lo que ocurría en la sala contigua había conseguido que me pusiera aun mas cachonda, tenía ganas de gritar como aquel hombre lo hacía en la oscuridad, o como la mujer de piel morena que no podía hacer más que dejarse llevar por las embestidas de sus dos amantes. El aire comenzaba a oler a  sudor mezclado con las ansias que fluían por mis muslos, y el calor que comenzaba a acumularse allí provocaba que me costara respirar más de lo normal. Moví el culo hacia la derecha y después hacia la izquierda, invitándolo a entrar en mí, tentándolo a fundirse en el infierno que latía entre mis piernas. Él accedió, su pene me penetro tan suavemente que pude notar cada centímetro de su calidez llenándome. Salió para volver a entrar al instante, un poco más fuerte que la primera vez. El sonido de sus muslos al chocar contra mi culo me dejó con ganas de más. Era como si me leyera los pensamientos, como si aquel desconocido me conociera incluso mejor que yo. Levantó mi pierna derecha para apoyarla en su cintura y comenzó a bombear más deprisa mientras la sujetaba por el tobillo. Su otra mano estaba anclada a mi cadera, tirando de mí hacia sus ansias, haciendo  que solo tuviera que preocuparme por mantener el equilibrio con ayuda de la silla; por eso y por no hacerme sangre en el labio de tanto morderlo. En aquella posición era imposible no mirar hacia el espectáculo que ofrecía el cristal de espejo. Las parejas habían cambiado, la mujer de la piel morena estaba ahora lamiendo el musculado torso de un hombre de mediana edad mientras este disfrutaba del manjar que una chica, no mas mayor que yo, de anchas caderas le ofrecía al sentarse sobre su boca. La pelirroja de la máscara veneciana cabalgaba a aquel que antes la había lamido de arriba abajo y uno de los dos hombres que compartían a la mujer de piel morena tenía contra la pared ahora a dos chicas y se turnaba para embestir a una y azotar a la otra haciendo que ambas gimieran y pidieran mas. 
Cerré los ojos, sabía lo que venía a continuación, y aunque la mera idea casi hacía que me corriera, algo en mi interior me empujaba a intentar algo nuevo. Fijarme en las caras de placer de aquellos hombre mientras aquellas desconocidas los cabalgaban, les comían la polla o se abrían de piernas para que las poseyeran a su antojo me había abierto el apetito. Tomé una decisión, y a pesar de no estar segura de poder cambiar algo en un sueño que tantas veces se había repetido antes, comencé a girarme. 
Sus ojos eran una mezcla de sorpresa e incertidumbre, un mechón le cubría uno de ellos, pero el otro dejaba claro que algo no iba como se suponía que debería ir. Aquella mirada me dejó completamente fría, incluso me pareció dejar de oír el bullicio de la habitación del otro lado. Aquello no era real, pero tampoco se trataba de un sueño. 
Ese fue mi principio, al menos el de mi nueva vida. Ahora soy un Reflejo. Ahora sé que siempre ha habido algo más de lo que nos limitamos a ver.
Siempre había tenido la sensación de que existía algo más de lo que nuestros sentidos percibían. En mas de una ocasión se lo había comentado a Mónica, “¿no crees que es todo demasiado…simple?”, le decía, ella sonreía y se lanzaba a mi cuello, “las cosas simples no tienen porque ser malas”, me contestaba ella mientras sus labios me lo demostraban sobre la piel, “por supuesto que no, pero algo me dice que hay muchas cosas que escapan a nuestra comprensión y a nuestra forma de ver el mundo”, ella sujetaba mi cara entre sus manos y, mirándome fijamente a los ojos, zanjaba la discusión con un “a mi me gusta el mundo tal y como es, tal y como se ve desde tu ombligo”.
Tras cada esquina, u oculto entre las sombras que proyectaban los contenedores sobre la acera, mis ojos buscaban algo mas, una señal que me ayudara a cerciorarme de que no estaba loca. Muchos de mis amigos decían que tenía una sensibilidad especial, que era capaz de ver ciertas cosas que a la mayoría de ellos se les escapaba. Si supieran ahora lo acertado de sus afirmaciones… 
Llevo casi una semana aquí, al otro lado del espejo como he comenzado a llamar a este lugar. Aun no se demasiado bien que es este sitio, pero comienzo a hacerme una pequeña idea. Alex, el hombre que hizo que mi cuerpo se estremeciera en tantos sueños, me había estado explicando algunas cosas al respecto. Al parecer yo no estaba muy desencaminada y el mundo era, realmente, mas complicado de lo que la gente creía. “La realidad que tu vives no es la única realidad que existe –me dijo-, quiero decir, tu realidad está compuesta de muchas mas realidades. Pero esas realidades no siempre son visibles, no al menos para toda la gente. Muchos de nosotros teníamos las mismas sensaciones que las que seguramente hayas tenido tú a lo largo de tu vida, percibíamos que las cosas no eran tan simples. Ahí entra en juego la evolución, la capacidad humana para  sobrevivir y adaptar sus necesidades a su entorno. Nuestros antepasados eran capaces de percibir muchas cosas más que nosotros, y eso se debía a un motivo muy simple: sus necesidades vitales eran comer, beber y sobrevivir. El tiempo ha cambiado todo eso. El ser humano comenzó a añadir necesidades irrelevantes e insignificantes a su día a día, y su mente se convenció, con ayuda de una sociedad cada vez mas egocéntrica y consumista, de que cuanto más poseyera mejor y mas cómoda sería su vida. Así pues los hombres y las mujeres le dieron la espalda a esa capacidad de percepción que antaño los había mantenido en constante contacto y equilibrio con todo su mundo y sus mentes se cerraron para ejercer la función de un colador, filtrando solo la pequeña parte de la realidad que necesitaban para seguir adelante”.
Esa conversación me tranquilizó un poco, aunque recordándola ahora  a cualquier otro seguramente le sonara a ciencia ficción. Y es que yo estaba un poco alterada la noche que conocí a Alex, pero teniendo en cuenta que lo creí mi realidad en realidad tan solo era un grano de arena en un inmenso desierto… aun recuerdo lo desconcertada que estaba aquella noche.
Mis ojos miraron más allá del rostro de nariz pequeña y gesto contradictorio que tenía delante. Creo que por un momento dejé de respirar y la sangre se me congeló en las venas. Estábamos en una habitación gris, sin ventanas ni puertas, tan solo paredes grises que iban desde un suelo gris a un techo gris. En el trozo de suelo gris que tenía debajo un pequeño charco de agua mojaba mis pies, y restos de espuma adornaban aquí y allí mi cuerpo desnudo. ¿Realmente había sucedido todo aquello? No estaba  segura ni de donde me encontraba, era la primera vez que veía aquella habitación, era la primera vez que lo veía a él. En ninguno de los sueños anteriores había conseguido escapar del “guión” marcado, y menos aun verle la cara. Mi primera reacción fue pellizcarme para comprobar que aquello no fuera una pesadilla.

- ¿Qué se supone que haces? –dijo al verme como agarraba un trozo de piel del antebrazo entre el índice y el pulgar para retorcerlo-.
- Despertar –contesté con total naturalidad, como si aquello fuera lo más normal del mundo. Volví a pellizcarme-. Se supone que es lo que se hace cuando tienes un mal sueño.
- ¿Este ha sido un mal sueño? –parecía divertido- no parecías pasártelo demasiado mal antes de…
- ¿Antes de que? –por un momento me descontrolé, pero respiré profundamente hasta que recuperé la calma- ¿antes de que desapareciera todo lo que tenía delante de las narices como por arte de magia? ¿Dónde está toda la gente de la otra sala? –mi mano derecha no paraba de remover el viento como intentando palpar algo de todo aquello que se había evaporado en un abrir y cerrar de ojos- ¿Dónde se supone que están?, o mejor dicho, ¿Dónde se supone que estoy yo? y ya que estamos con las preguntas obvias… ¿Quién, o que, se supone que eres tú?
- Mi nombre es Alex. Para ya o terminarás haciéndote daño –se acercó a mí y con total naturalidad separó mis dedos del brazo-. Ves, eso te va a dejar un bonito moratón.

20 mar 2013

...mi reloj...


Hoy el mundo ha girado de nuevo
y mi reloj no me ha avisado,
creo que esta noche acumuló sueño
y por eso aun no se ha despertado.
Así que he salido con lo puesto:
apenas un remiendo en un cuerpo cansado
que tras tantos lavados en frio
de ilusión y esperanza a encogido.


          El tik-tak suena mientras guardo los segundos
          en latas de conservas;
          Se derraman sus arenas
          formando olas en desiertos absurdos…
          … y mi reloj aun no despierta.


Al sastre de sonrisas solo le quedaban algunas a medias,
de esas que se cosechan entre las aceras
y algunos utilizan como disculpa
cuando se descubre que las completas no son honestas.
He comprado media, y a la vuelta de la esquina
me he encontrado con una entera
con un cartel que decía: “busco optimista que me comprenda”.


          El tik-tak suena mientras pasan los minutos
          pero ninguno se queda.
          Todos vuelan
          en busca de un tiempo en el que no sentirse confusos…
          … y mi reloj no despierta.


Sabía que ella era para mí, la quería,
notaba como si la conociera de toda la vida,
sentía que en ella podía estar la salida,
la manera de enderezar una hora torcida
antes de que la curva fuera tal
que se acercara más a un día.


          El tik-tak suena mientras se pierden las horas,
          y el momento llega…
          las agujas se acercan
          en busca de un lugar en el que no estar solas…
          … y mi reloj por fin despierta…


Y es que a veces el tiempo y la realidad
parecen competir como niños pequeños,
y fruto de esa infantil rivalidad
se apoderan de nuestras palabras los silencios
y se nos atraganta esa libertad
que da oxigeno a nuestros sueños.

4 mar 2013

Ser


Ser, del viento susurro que en calma se derrama sobre tu cuello,
o lluvia, y precipitarme sobre cada rincón de tus sueños.

Ser, de la Luna reflejo que bañe tú cuerpo
o deseo de un amanecer obsceno aferrado aún a Morfeo.

Ser, del tiempo mercader y vender segundos a tan alto precio
que con tan sólo un par de ellos pueda acercarme a tú piel.

Ser, y con ser no buscar otra cosa que tentar tu camino
para que, quizás, te conduzca hasta mí alguna vez.

Ser, sin más interés que colarme en tus sueños y abrigarme con ellos,
sin más pretender que acariciar tu mirada y dormir en tus silencios.

Ser, de tus fantasías reflejo perverso que acaricie tus noches
o dueño de tus secretos y recorrerlos sin correr.

Ser, de tus penas verdugo, de tus ansias embudo
y dueño de tu placer.

Que el cielo espere,
que el infierno se congele,
que el tiempo se esconda y la noche me espere,
pues tengo deseos que sólo entienden de pieles.