Hoy el mundo ha girado de nuevo
y mi reloj no me ha avisado,
creo que esta noche acumuló sueño
y por eso aun no se ha despertado.
Así que he salido con lo puesto:
apenas un remiendo en un cuerpo cansado
que tras tantos lavados en frio
de ilusión y esperanza a encogido.
El tik-tak suena mientras guardo los segundos
en latas de conservas;
Se derraman sus arenas
formando olas en desiertos absurdos…
… y mi reloj aun no despierta.
Al sastre de sonrisas solo le quedaban algunas a medias,
de esas que se cosechan entre las aceras
y algunos utilizan como disculpa
cuando se descubre que las completas no son honestas.
He comprado media, y a la vuelta de la esquina
me he encontrado con una entera
con un cartel que decía: “busco optimista que me comprenda”.
El tik-tak suena mientras pasan los minutos
pero ninguno se queda.
Todos vuelan
en busca de un tiempo en el que no sentirse confusos…
… y mi reloj no despierta.
Sabía que ella era para mí, la quería,
notaba como si la conociera de toda la vida,
sentía que en ella podía estar la salida,
la manera de enderezar una hora torcida
antes de que la curva fuera tal
que se acercara más a un día.
El tik-tak suena mientras se pierden las horas,
y el momento llega…
las agujas se acercan
en busca de un lugar en el que no estar solas…
… y mi reloj por fin despierta…
Y es que a veces el tiempo y la realidad
parecen competir como niños pequeños,
y fruto de esa infantil rivalidad
se apoderan de nuestras palabras los silencios
y se nos atraganta esa libertad
que da oxigeno a nuestros sueños.
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