Ser, del viento susurro que en calma se derrama sobre tu cuello,
o lluvia, y precipitarme sobre cada rincón de tus sueños.
Ser, de la Luna reflejo que bañe tú cuerpo
o deseo de un amanecer obsceno aferrado aún a Morfeo.
Ser, del tiempo mercader y vender segundos a tan alto precio
que con tan sólo un par de ellos pueda acercarme a tú piel.
Ser, y con ser no buscar otra cosa que tentar tu camino
para que, quizás, te conduzca hasta mí alguna vez.
Ser, sin más interés que colarme en tus sueños y abrigarme con ellos,
sin más pretender que acariciar tu mirada y dormir en tus silencios.
Ser, de tus fantasías reflejo perverso que acaricie tus noches
o dueño de tus secretos y recorrerlos sin correr.
Ser, de tus penas verdugo, de tus ansias embudo
y dueño de tu placer.
Que el cielo espere,
que el infierno se congele,
que el tiempo se esconda y la noche me espere,
pues tengo deseos que sólo entienden de pieles.
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