9 dic 2011

De palabras gastadas y musica


Antes de nada decir que lo siento por aquellos que dediquen parte de su tiempo a leer estas líneas pretendiendo encontrar algo parecido a lo que hay escrito en el blog. Esto es lo que a mí me gusta llamar escritura libre, o lo que es lo mismo, abrir una hoja en blanco y empezar a escribir. Entonces, ¿Por qué tiene título? La explicación es sencilla, todo lo que escribo parte de una idea, a veces grande, a veces tan insignificante como el resplandor de un rayo en una noche de tormenta. Pero todo tiene un inicio.
Tengo que reconocer que hacía mucho que no practicaba esta forma de desentumecer mis musas, pero tampoco han sido muchos los momentos en los que me he sentido sin palabras. Hace ya algún tiempo que no escribo nada. Con “algún tiempo” me refiero a cuestión de una semana, y con “escribir” quiero decir hacerlo con algo que realmente sea gratificante (no los cuatro versos que siempre llevo arrastras en mi desordenada cabecita). Pero si os digo que para mí lo habitual es estar constantemente rumiando palabras, frases, incluso versos de vez en cuando entenderéis que esto es algo relativamente nuevo para mí. Siempre he escrito, a cualquier hora del día (aunque creo sinceramente que resulto más productivo a primeras horas, tal vez porque mi cerebro no está contaminado todavía por la realidad), en cualquier lugar, sobre cualquier cosa que pudiera llevarme a casa para pasarlo a un folio o al ordenador. También aprovecho para confesar que a pesar de que los ordenadores y los móviles son una gran ayuda sigo quedándome con la escritura a mano. Será que soy un romántico y la idea del escritor con su larga pluma cernida sobre el ansioso papel de pergamino me embarga cada vez que pienso en escribir. O tal vez que eso de ver una hoja sin algún que otro tachón o borrón me parece antinatural (jaja). Así que aquí me hallo, frente al ordenador, más por cuestiones prácticas que otra cosa, por dos motivos: primero, escribir sin pensar demasiado en lo que se dice siempre me ha entusiasmado. Creo firmemente que las mejores frases salen cuando es el corazón y el subconsciente los encargados de guiar las palabras al exterior, el cerebro está todavía demasiado concienciado de lo “correcto” y lo “real”. Segundo, y más importante, si no sabes sobre que escribir…no escribas sobre nada, pero escribe. Supongo que esa creencia parte de que me imagino las palabras en la parte ancha de un pequeño embudo cuya salida esta taponada por un revoltijo de letras que no concuerdan. Así que vamos a ello.
Como os decía todo lo que escribo parte de una idea, y de ahí el título. Últimamente ando dándole muchas vueltas un pensamiento: palabras gastadas. ¿Por qué? Pues sinceramente…no tengo ni idea, supongo que por otra pregunta recurrente en mis momentos de siroco. ¿Puede alguien quedarse sin palabras? ¿Qué me decís? Puede llegar realmente un momento en el que por mucho que te empeñes, por mucho que te abalances una y otra vez sobre el papel blandiendo tu bolígrafo como puñal solo consigas traspasarla sin dejar nada que merezca la pena conservar escrito…¿puedes quedar realmente vacio? Esa idea me da mucho miedo (pero mucho, mucho). Una vida sin palabras que escribir se me antoja tan tormentosa como una vida sin música, pero esa es otra historia que os contaré más tarde, si todavía no me ha dado por mandar esto a la papelera de reciclaje. Uno de los motivos de quedarse sin palabras puede ser el propio desgaste de estas, o lo que viene siendo lo mismo (pero al revés), encontrarse lleno de palabras gastadas. Esa palabras que han sido usadas demasiadas veces como para que todavía puedan encerrar el mismo significado con el que alguien las pronunció por primera vez. Esas viejas palabras que han sido corroídas por muchos que las han usado moldeando sus significados y retorciéndolos hasta hacer que la propia palabra se arrugue al decirla. Un “te quiero”, un “encantado de conocerte”,… incluso un simple “hola” puede estar tan difuminado que lo que realmente encierra esa palabra queda presa de los labios que la pronuncian. ¿Cómo puedo yo decirle a mi novia que la quiero más que a nada en este mundo cuando otros han utilizado esas mismas palabras para conseguir que se vuelvan frías y metódicas? ¿Cómo puedo decirle a una amiga que la quiero como si fuera uno de los pilares de mi mundo si el sonido de esa palabra es distinto para el que la retuerce convirtiéndola en un amasijo de letras inservibles? Complicado decir tantas cosas con unas palabras a las que el significado se les gastó desde la primera vez que alguien las condeno a ser susceptibles a un doble sentido. “Me alegro de verte” nunca significará lo mismo cuando la dice esa persona que no ves desde hace dos años que cuando el que la pronuncia es un ex compañero de clase que en el instituto pasaba de ti como del agua un fin de semana (por poner un ejemplo). Son palabras gastadas, palabras que de tanto usarlas se han convertido en eso, en simples palabras a las que cada uno atribuye un significado distinto dependiendo de su interés. Y resulta todavía más complicado a la hora de escribir. Siempre he pensado que un abrazo puede decirte muchas cosas de una persona y que una mirada bien observada abre de par en par el interior ante aquel que sabe buscarlas y esperarlas. Pero claro, yo puedo escribir que un personaje abraza a otro y es como si el tiempo se detuviera, como si los dos flotaran con el primer leve contacto de sus labios… una vez más palabras gastadas, palabras vacías a las que el lector tendrá que insuflar la vida que estime oportuno. Pero ya no será el mismo abrazo que yo había imaginado, ese abrazo que cuando lo sientes por primera vez te acompaña toda la vida y te abriga cuando el alma tiene frio. Con él “lo siento” pasa algo parecido, su uso ha sido tal que hoy en día resulta más bien de poca ayuda. “lo siento, en serio” ya no nos satisface como podía hacerlo antes, tal vez porque ya la hemos oído antes, puede que porque sabemos que ese especialmente está lleno de nada.
Bueno, cambiemos de tema por que empiezo a quedarme parado mirando la pantalla y no es el objetivo de esto.
Hablemos de música. Para mi es imprescindible, como el escribir. De hecho casi siempre son fieles amigos: la música despierta las musas y estas bailan sobre el papel en forma de tinta. Y es lo bonito de la música, puedes quitarle las palabras y conseguir que te maraville y te emocione de igual manera. Una nota alegre nos alegra y nos vuelve personas saltarinas y una nota profunda nos crea esa sensación de incertidumbre frente a algo grandioso. El día puede haber sido un cataclismo, las cosas pueden estar tan jodidamente mal que empieces a notar el sabor de la arena que te cubre hasta el cuello. Pero con un solo gesto de uno de tus dedos le das al Play y una melodía conocida comienza a flotar hasta tus oídos… y ¡!“PUUFF” ¡! Todo desaparece, solo estas tú y esa música que lo invade todo por dentro. Todo parece fácil, solo tienes que escuchar y dejarte llevar por la armonía de las notas. Los amigos vienen y van, y cuando encuentras uno bueno es complicado mantenerlo cerca, pero siempre encuentras algo sobre lo que escribir y que luego puedas llevarte a casa y una melodía en tu cabeza (todos tenemos esa canción que nos ronda constantemente en el subconsciente), siempre puedes confiar en esas dos cosas. Y mientras no inventemos un nuevo idioma para que el amor tenga su significado original y las cosas solo tengan un significado tendremos que conformarnos con esas palabras que otros ya han usado antes confiando en que quien nos las escuche pronunciar les adjudicará el valor correcto.
Y creo que no tengo más que decir, no sé si porque realmente no tengo nada más que decir o por qué no se me ocurre. En todo caso os diré una cosa más: no hay palabra mal dicha, si no mal entendida.  Gracias por aguantar mis divagaciones ;0)

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