Dos almas esgrimen palabras y lanzan estocadas la una contra la otra,
la una no se sonroja,
la otra no se calla nada.
La memoria asiste absorta a la dejadez del recuerdo
que deja de ser cuerdo para terminar abrazado a una farola
y divaga por un desierto que en ciertos aspectos le reconforta.
El cuerdo renuncia al sueño como escudo
cuando ve el cielo oscuro,
clava su pie en el suelo y grita al viento
que no teme a su futuro.
Mientras el sueño que no le valió al cuerdo como escudo
sirve al loco de aliento para abandonar la realidad
y luchar sin el lastre de su cuerpo.
Desata su imaginación llenando renglones de silencio
haciendo desaparecer los temores vestidos de invierno
y llegando a comprender que no es tan malo el infierno.
Todos vivos, todos muertos, todos individuos sin respeto por unas formas
que considerando que tienen un defecto
se arrinconan en un portal sin número de la calle del pretexto.
Nos encontramos bajo tierra, allí donde esperanzas amarillas nos consuelan.
ResponderEliminarEl sueño ya no es sueño, sino realidad que me supera, cielo que ya no es cielo, sino falsas promesas.
Los pies firmes en la fe herida que nos anhela, el grito anclado en un pecho que nos condena.
Se nos retuerce el corazón, nos huye el alma con pena, retorna el aliento y la pasión y comienza la lucha, otra vez, de las dos almas que no se silencian.