Cosas sin sentido que palpitan en un corazón cautivo de un ritmo perpetuo que acuna los sentidos e inunda los pasillos de cientos de sentimientos,
pequeños trocitos de vida que cuelgan de un hilo mientras no sean escritos en un diario, en esa hoja en blanco en la que se transforma en poesía lo que todavía ni he pensado.
Siento las miradas de un pueblo indignado, veo lágrimas contenidas por inminentes desahucios que no hacen sino acrecentar el desencanto hasta convertirlo en enfado.
Miles de gargantas claman por una democracia herida de muerte, un sistema sin suerte, un político inerte…
una igualdad fingida que está condenada al fracaso, una idea preconcebida que no debe ver un nuevo ocaso.
Los fuertes se hacen los locos y los locos se ponen al frente de una legión omnipresente con una fe que crea devoción, una idea tan fuerte que ensancha el corazón del presente y nos llena a todos de ilusión.
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