Por la noche de tu cuerpo corren veloces mis deseos como brotes psicóticos nacidos de mis adentros.
El tiempo se para en el momento en el que mis dedos sienten la tersa piel que desmiente mi miedo a no tenerte,
la respiración se acelera con el aliento vertido en el cuello y
me aferro a tu ombligo para no perderte.
Las ropas vuelan mientras mis manos se entregan a una lenta travesía por tu melena
que terminara con un peregrinaje hacia tus piernas
donde perderé el rumbo,
la noción de mi existencia,
mi cabeza, donde naufragara el mundo.
Los cuerpos se funden en uno inundando el aire de suspiros y propagando la llama
de un fuego cautivo que nuestros deseos reclama.
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