De nuevo frente a un papel en blanco, una noche más en la que intentare explicar el fuego que arde en mi interior cuando veo a ese hombre.
Todavía recuerdo el primer día que lo vi, fue en la inauguración de un bar.
Recuerdo como mis ojos se encontraron con los suyos en la oscuridad. Todo mi cuerpo se estremeció de arriba abajo. Note como mi corazón se aceleraba mientras por dentro crecía una excitación que nunca antes experimenté con otro hombre, y que no me resultaba incomoda. Al contrario que con otros el simple hecho de notar su mirada recorriendo mi piel hacia que mi temperatura se elevara.
Era la primera vez que lo veía, y sin embargo ardía en deseos de arrastrarlo a la cama y disfrutar de el hasta quedar exhausta. No hubo ni un momento de la noche que no le buscara con la mirada. Y cada vez que lo hacia el placer me invadía de nuevo. Era un hombre muy atractivo, pasaba desapercibido entre los demás, pero me resultaba imposible dejar de mirarlo. Me moría por saber que ocultaba aquel traje negro. No aguantaba más, tenía que acercarme a él, sentir su calor.
Cuando lo conseguí mis manos querían empujarlo fuera de allí, llevarlo a algún lugar apartado para desprenderlo de sus vestiduras y contemplar su cuerpo desnudo.
Durante toda la noche me dedique a hacer que su cuerpo y el mío se rozaran, y a pesar de la ropa podía sentir como mi piel se estremecía dada vez que su culo respingón acariciaba mis muslos.
Me bastaba con cerrar los ojos para imaginármelo desnudo. Sus piernas, su culo, aquella espalda en la que quería clavar mis uñas cuando el placer se hiciera irresistible…
Deseaba perderme en sus ojos negros mientras hacía conmigo lo que quisiera. Acariciar su pecho duro y firme, lamer sus abdominales, recorrer sus muslos con mi lengua…
Para cuando me quise dar cuenta el había desaparecido, y yo estaba más excitada de lo que había estado nunca.
Desde aquel día son muchas las noches en las que gracias a su recuerdo mis sabanas resultaron mojadas. Es algo extraño, nunca creí que un desconocido pudiera despertar en mi la lujuria como lo hace el. Me he convertido en una esclava de su cuerpo sin haber llegado a probarlo.
Todos mis sueños son iguales. Entro en un bar lleno de gente con mis amigas. Todo el mundo baila sin parar, nadie se fija en los demás. En un momento de la noche alguien aparece a mi espalda y me agarra con fuerza de la cintura haciendo que retroceda hasta notar su cuerpo. Intento darme la vuelta, pero me resulta imposible. Desisto del empeño de intentar ver quien me retiene, me limito a esperar. Un beso en el cuello, otro más, y otro…
Mis ojos se cierran y mi cabeza gira dejando al descubierto mi cuello por completo. No sé quien, tampoco porque, pero me gusta. No opongo resistencia y dejo que mis manos resbalen por los muslos de aquel desconocido. A medida que los besos se hacen más intensos mis dedos comienzan a apretar sus nalgas haciéndole partícipe de mi deseo. El aparta mis manos y dulcemente las coloca en mi vientre subiendo luego las suyas por mis brazos. Me quedo quieta, inmóvil mientras sus manos se pasean a su antojo por mi cuerpo. Su lengua recorre ahora mi cuello haciendo que todo el bello de mi cuerpo se erice. Después de una breve lucha consigo colocar mis manos en su cuerpo. Pero esta vez no me ando con rodeos, quiero notar su sexo, no me vale el roce de su pantalón. Deslizo una mano por su abdomen notando sus abdominales en tensión, mi otra mano se dedica a masajear suavemente su bragueta consiguiendo el efecto esperado. Su sexo crece con cada vaivén de mi hábil mano. Quiero hacerle sentir lo que siento yo, que no le valga con este jueguecito que ha empezado.
Aprovechando que su fuerza flaquea gracias a las caricias que recibe doy media vuelta quedándome a pocos centímetros de su boca, medio abierta por los suspiros que emergen de su interior. Las cosas han cambiado ahora, me toca a mí jugar.
Con un movimiento rápido de mi mano desabrocho su bragueta e introduzco la otra. Su pene está en plena erección, cálido y duro. Abrazo su sexo y comienzo a subir y a bajar mi mano. Levanto la mirada hasta entonces clavada en su pantalón y descubro a mi objeto de placer. Es el. El extraño del bar.
Saco la mano de su pantalón y agacho la mirada. Tierra trágame, estoy petrificada, no sé qué hacer.
El se percata de mi situación y agarrándome la cara con ambas manos me besa de tal forma que creo tener un orgasmo. No puedo aguantar más, quiero sentir dentro de mí lo que hasta hace poco tenía entre las manos. Siento mi coño chorreando, me parece oír los pálpitos de su miembro erecto. Respondo a su beso con mi lengua resbalando por sus labios finos y rosados. Mientras juego con su lengua mis manos aprietan sus nalgas hasta pegar su cuerpo al mío.
Acerco mi boca a su oreja y le sugiero que vallamos a mi casa, pero él responde que no, y agarrándome por el brazo me guía hasta los lavabos.
Una vez allí nuestras manos se abandonan al cuerpo del otro comenzando así un juego de caricias que provocan que de nuestras bocas emerjas suspiros de placer. Pero a mí no me vale con aquel juego, he esperado demasiado tiempo este momento como para desaprovecharlo así, de modo que empujo a mi amante contra la pared y comienzo a desnudarlo. Primero la chaqueta, luego la camisa, una vez hecho esto me aparto de él para contemplar su cuerpo atlético. Es un hombre fuerte, con unos brazos musculosos y de pecho muy bien esculpido.
Me acerco de nuevo a él para recorrer su piel con mis dedos. Todos los músculos de su cuerpo están en tensión, lo que hace que pueda definir cada uno de ellos con las yemas de los dedos.
Es hora de empezar a jugar en serio, ya está bien de preliminares. Desabrocho el botón de su pantalón y este cae al suelo dejando al descubierto unos calzoncillos ajustados que realzan su entrepierna haciéndola todavía más apetecible.
Me acerco todavía mas a él, sabiéndome el vestido para que pueda acariciarme sin impedimentos. Sus manos se introducen en mis bragas, y estas se humedecen todavía más. Me las quito yo misma, y él hace lo propio con la única prenda de ropa que le queda.
Por fin desnudos lo siento en el retrete sin dejar de acariciar su pene. Abro mis piernas hasta colocarme encima de él. Bajo lentamente hasta tocar su sexo con el mío. Muevo la cintura de forma sensual mientras observo en su mirada el deseo de penetrarme. Sabe que yo también quiero lo mismo, me agarra por la cintura y me hace descender hasta entrar por completo en mí. Un gemido sale de mi boca, no puedo dejar de mordisquear mis labios. Noto su miembro en mi interior, comienzo a moverme arriba y abajo, de forma rítmica al principio y más salvajemente después. Nuestros movimientos comienzan a ser cada vez más agitados, cada embestida de su cuerpo hace que grite olvidándome del lugar en el que estamos. De repente alguien llama a la puerta… y me despierto. Deslizo una de mis manos hasta mis muslos y compruebo que están mojados.
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