corren veloces mis deseos
como brotes psicóticos nacidos de mis adentros.
El tiempo se para en el momento
en el que mis dedos sienten la tersa piel que desmiente mi miedo a no tenerte,
la respiración se acelera con el aliento vertido en el cuello y
me aferro a tu ombligo para no perderte.
Las ropas vuelan
mientras mis manos se entregan a una lenta travesía por tu melena
que terminará con un peregrinaje hacia tus piernas
donde perderé el rumbo,
la noción de mi existencia, la cabeza,
donde naufragara el mundo.
Los cuerpos se funden en uno
inundando el aire de suspiros y
propagando la llama de un fuego cautivo
que nuestros deseos reclama.
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